La otra orilla

JAVIER RODRÍGUEZ

El opio del pueblo

Cuentan que en el periodo que va desde la agonía del dictador hasta la década de los ochenta, hubo un empeño especial por parte de ciertos grupos de poder por introducir la heroína en los barrios obreros y entre la juventud más contestataria. Yo no soy muy amigo de teorías conspiratorias pero nadie puede negar que en aquellos años, en los que la heroína se llevó por delante la vida de miles de jóvenes, hubo muchos que se enriquecieron con el narcotráfico y que la rebelión que se preparaba en muchos barrios y círculos culturales contra las formas en que se estaba conduciendo "la transición" fue sofocada con millones de kilos de droga, envejeciendo aquella máxima marxista contra el papel de la religión y cambiándola por la de "el opio es el opio del pueblo".

Ese papel se ha extendido hasta hoy y siguen siendo las zonas en las que el consumo de drogas es más alto donde la desmovilización y la falta de organización vecinal son más altas y donde más abstención electoral hay (otro día podemos hablar de la relación entre el narcotráfico, la compra-venta de armas y la trata de personas que ese es otro tema).

Pues bien, cuando parecía que esto empezaba a remitir nos encontramos con dos noticias que llevan la contraria a esa sensación: por un lado la ONU advierte que repunta el consumo de heroína, por otro lado nos encontramos que las casas de apuestas se multiplican como setas por los barrios obreros y los carruseles deportivos. Entidades dedicadas a la rehabilitación de personas que sufren adicciones avisan sobre el aumento de adictos al juego que llaman a sus puertas y sobre cómo son cada vez más jóvenes los que lo hacen: campañas con influyentes estrellas mediáticas, inserción de espacios publicitarios machacones en radio, prensa y televisión, lo fácil que lo pone la tecnología y, sobre todo, la promesa de un dinero fácil hacen un trabajo muy eficaz a la hora de atraer a esos nuevos adictos "sin sustancia".

Los problemas vienen después, cuando se acaba el saldo, cuando se empieza a tirar de ahorros muy trabajados, cuando se empieza a rebuscar en la cartera de la abuela, cuando se empeñan las pertenencias de la familia, cuando se mete la mano en la cuenta o la caja del trabajo y cuando sin darte cuenta, has destrozado tu vida. ¿Qué importa el auge del fascismo cuando has destrozado tu vida? La religión, en forma ahora de casas de apuestas, vuelve a ser el opio del pueblo.

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