En la Costa de Huelva se esconde un lugar mágico que, como todo lo grande, no hace ruido. Es de esos sitios que enamoran, que te dan paz y te transportan más allá de la rutina laboral y el vaivén diario. Un rincón de esos que te vienen a la mente cuando piensas en la palabra vacaciones, pero en el que, paradójicamente, pocos reparan a la hora de elegirlo como el mejor destino.

Aunque, como ocurre con casi todas esas cosas atípicas y diferentes en la vida, también hay quienes saben mirarlo, entenderlo y amarlo. Quizá sea la magia que entraña El Portil. Ni siquiera tiene un único dueño. Punta Umbría y Cartaya se disputan su espacio. Tampoco la mejor zona de baño, ni la oferta hotelera más amplia. Si buscas la fiesta, ya te adelanto, te aburrirás un rato. Pero, eso sí, el relax y el descanso estarán asegurados.

Cuando era una niña, con tan solo un año, mis padres decidieron comprarse un piso en una urbanización de Nuevo Portil, la última del término costero. De todas las playas de la provincia, ellos eligieron la más silenciosa, la más apartada, la que pasa de puntillas, en la que tenías que bañarte con chanclas. Recuerdo cómo a veces, con la marea baja, la arena ni se veía porque estaba cubierta de piedras. No había turistas, ni visitantes. No había nada.

Pero era nuestra playa. Nuestro trocito de paraíso. Nuestra casa. Me enseñaron a quererla como quien mira más allá de las apariencias. Su fondo, su alma. Y hoy, 32 años después, aquí sigo, disfrutándola, viviéndola y enseñándola. Aunque ya no haga falta. Nadie nos dijo que en 2020 viviríamos una pandemia y que el bullicio daría paso a la calma. Que los destinos multitudinarios serían relegados y que en 2022 lo natural, lo tranquilo, se llevarían la palma.

La única playa virgen que crece cada año del país; la zona elegida como destino para grabar una película de Netflix; la mejor para practicar deportes acuáticos; un sitio idílico para celebrar una boda; dónde comer sin prisas con la brisa salada…los titulares de los medios comienzan a hacer popular mi playa. La misma que antes nadie miraba. Y eso me alegra, porque, por fin, se empieza a apreciar su belleza. Aunque, eso sí, no os voy a mentir. Una marabunta de sombrillas dibuja cada fin de semana la principal estampa. Con todo, su esencia sigue viva. Perdón por el resto de nuestras preciosas playas, pero como El Portil no hay nada. Si este verano buscas algo distinto, pero lleno de encanto, este pequeño oasis en la Costa de Huelva te dejará sin palabras.

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