Hace unos días, la semana pasada, tomaba esta imagen Alberto Domínguez, compañero de talento e intuición extraordinarios. Y ésta, que era solo una de esas fotografías de recorridos diarios, se transformó después en una suerte de homenaje premonitorio para una de las grandes señas onubenses. Miguel Báez Espuny ha muerto y Huelva llora su pérdida. La del torero de dinastía centenaria, y, sobre todo, la del hombre, onubense orgulloso que en su propia sencillez y sabiduría fue leyenda en vida. Ahora su figura legendaria se torna en un mito monumental como nunca, a los pies de su querida Montrocal, acompañado para la eternidad con los colores de Huelva.

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