La otra orilla

Víctor RODRÍGUEZ

7 de marzo

Hoy es siete de marzo, un día como otro cualquiera, si fuera, digamos ocho de marzo ya sería diferente; sería el día internacional de la mujer, y, a partir de ahí, cualquiera cosa que fuera dicha en este artículo podría ser utilizada, manipulada, repudiada, seguramente por quienes lo verían demasiado tibio, demasiado blando, habría quien hubiera cuestionado mi derecho para hablar leyendo mi nombre, suponiéndome o atribuyéndome errores o estereotipos.

Recuerdo ochos de marzos sin nadie en las calles, con esas mismas pocas gentes buenas de Huelva que han acudido sistemáticamente a cualquier llamamiento social o sensible con tantas causas perdidas: la guerra, la inmigración, la identidad. Ahora todo es más complejo y más intenso. En el momento en el que el movimiento feminista ha tomado protagonismo las manifestaciones se han ido llenando de una diversidad nunca antes vista, un momento impresionante y dispar, aunque algunas siglas se hayan sumado interesadas, que son las que más ruido hacen y más pancartas llevan. También ha crecido la reacción. En cuanto el movimiento feminista ha tenido éxito mediático y cierto éxito político, enseguida se ha puesto en marcha la maquinaria del intento de cuestionamiento, de la causa general o directamente del pretender ridiculizar.

Vivimos tiempos polarizados, donde parece nos tuviéramos que situar sistemáticamente enfrente de quien suponemos no es como yo, le despojamos del derecho a exponer o confrontar ideas, trazamos líneas gruesas en temas con muchos matices: o estás conmigo o estás contra mí. El frentismo consume mucha energía estéril y hace avanzar muy poco. Más que de frente, prefiero estar al lado. Si estoy al lado puedo tocar, escuchar, entender, la oreja más cerca de la boca, el hombro más pegado a otro hombro. Dejando claro unos mínimos fuera de toda duda: la discriminación existe, las mujeres lo tienen más difícil en casi todo, el maltrato y la violencia no son tolerables, pasar a una propuesta más dinámica, integradora, amable, abierta, es la mejor herramienta para que los extremismos, opinólogos de salón, resentidos y hostiles se vayan quedando cada vez más solos y aislados. Que nadie se quede atrás, mismas oportunidades y de representación en los centros de poder. Libres e iguales. Pero ya saben, esto lo digo porque hoy, siete de marzo, es un día como otro cualquiera.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios