E style="text-transform:uppercase">sTE año es el año de todas las batallas hasta el punto que ni el faro de Alejandría podrá alumbrar el mogollón de logros contenidos en el programa de mano que anuncian los voceros.

Ajústense las bridas porque no sólo somos la capitalidad gastronómica de todos los entuertos que en España habitan de maestros soperos y faustos cocinillas que nos enseñarán el arte de habitar en el mundo del sushi y dejar en la trena al filete empanao o al tortillón de papas.

Luego vendrán los aires populosos de esos dos mundos que quieren encontrarse al socaire del 525 Aniversario del Descubrimiento, lo que indica el gran interés de las mentes pensantes locales por vendernos de nuevo la burra de un acontecimiento universal del que no existe parangón en todo el universo y del que, a pesar de gran protagonismo de la hazaña, del territorio incorporado a la Corona de Castilla, de la promulgación de las Leyes de Indias y del flujo constante de nuevas aventuras con acento huelvano, no han servido sino para históricamente ningunearnos y alejarnos del auténtico y mítico viaje que emprendieron una serie de avezados marinos desde Santa María de la Rábida.

Con estas dos propuestas vamos a hacer bolillos y chancletas a lo largo de doce intensos meses en los que brillarán los grandes chefs del panorama nacional que, paleta en mano, nos instruirán sobre el arte del bien comer y beber apostando por una nueva ciencia culinaria "minimalista-camelista" donde los huevos fritos con chorizo, las manitas de cerdo o la sangre con tomate no son más que antiguallas a las que hay que darles la puntilla.

Lo de la dieta mediterránea, modelo nutritivo elogiado por las mentes más lúcidas del panorama terapéutico, se lo pasan por los fondillos, porque lo guay del Paraguay es la mentecatez de un soplete bufando y un platito de na con chácharas de culipantro en corchetes de anís.

Al par celebraremos lo del Encuentro entre Dos Mundos, los embates del Capitán Trueno y los estragos de los percebeiros en la Costa da Morte, empertrechados hechos que nos transportarán allende las fronteras del Peloponeso.

Suele decirse que un pesimista es un optimista bien informado y como entenderán, después de haber pasado las del Veri con tantos revolcones y tanta tralla en la tierra que me ha visto nacer, no puedo más que saltarme a piola tan egregios eventos. Será un año inolvidable. Al tiempo.

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