El Malacate

Javier Ronchel

jaronchel@huelvainformacion.es

La grandeza del Rocío

Un amigo me comentaba hace unos días la emoción que le produjo conocer por primera vez El Rocío en romería. La procesión con la Virgen llevada por los almonteños. Y el camino de Huelva, el segundo día de peregrinación, a su paso por La Charca y la entrada posterior en la aldea. Quien me recordaba aquella experiencia no destaca precisamente por su religiosidad, y quizá por eso mismo hay en esa confesión una carga de honestidad y sinceridad que le aporta más valor. No es el único caso en ese sentido.

Hay veces que uno trata de explicar a alguien de fuera qué es el Rocío y lo que significa para los rocieros, y no siempre las tiene consigo de que entiendan su dimensión. Luego, como le ocurrió a este amigo, tienen la oportunidad de verlo con sus propios ojos y las sensaciones que perciben terminan por hacerles comprender que hay mucho más que una manifestación religiosa, que una celebración multitudinaria o unos días de fiesta y alegría en torno a una tradición que ha llegado hasta estos días después de varios siglos.

Nadie duda que éste de 2022 es un Rocío muy especial. Esa pandemia que partió en dos nuestras vidas hace poco más de dos años también pudo con la romería del millón de participantes. Quizá no fue ni casual que irrumpiera con la Virgen en Almonte, entre sus hijos, entre su gente, protegiéndoles y al mismo tiempo acompañada en todo momento, fuera de su aldea, en la que tanto habría echado de menos el calor de sus fieles devotos. Y este tiempo que los almonteños han sentido más cerca que nunca a su Patrona ha hecho lo suyo para que la despedida en el mes de mayo más especial haya sido más sentida que nunca. La procesión, primero, y el Traslado, una semana después, seguramente ha rendido a otros escépticos más, que han quedado atrapados para siempre por ese fervor que sólo se explica sintiéndolo de muy cerca.

Esta semana de romería ha hecho el resto. Nunca en las últimas décadas se había dado una peregrinación tan deseada como ésta, al encuentro de la Virgen. La emoción en los caminos se ha palpado más que otros años. Y el de Huelva, así, a secas, sólo Huelva, ha vuelto a dejar claro lo que significa para una ciudad que se paraliza, literalmente, durante una semana. Y lo que supone para una aldea que cobra vida y gana corazón cuando se escuchan las palmas por Huelva a su paso el viernes por la noche desde el Barrio de las Gallinas hasta su Casa de Hermandad.

El Rocío y la Virgen son Almonte y de los almonteños. Todavía hay quien no lo entiende hasta que lo comprueba por sí mismo. Y el alma de la romería lo pone Huelva a su llegada a la aldea, como se ha vuelto a comprobar. Y entre todos se hace muy grande un Rocío que a veces se hace difícil explicar.

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