La foto en 'streaming'

Ven un flash y, hala, a moverse. Se aprietan, se empujan, se ponen de puntillas para meter cabeza. Es un espectáculo.

Ahora se lleva el streaming. Se dan conciertos en streaming, se pesca en streaming, se cocina en streaming, se cuentan cuentos en streaming, se debate en streaming, se juega en streaming, se hace deporte en streaming… hasta se come en streaming, que ya hay que tener la mente rara para que te guste ver a una tipa zampándose en directo una tortilla de papas como si fuera lo más extraordinario del mundo o a un tipo probando un plato de vanguardia que no te vas a comer en tu vida.

A lo que iba, que me pierdo: ahora que hace streaming de todo todo quisqui no estaría nada mal hacer un día alguno de un acto de estos a los que va un buen puñado de políticos… yo qué sé, a inaugurar la sede de una asociación, por ejemplo. No por verlos a ellos, que están muy vistos ya, sino para que pudierais contemplar en vivo lo que se cuece en ese momento para el que llevan años preparándose. El momento más esperado, el más importante. El momento crucial: la foto. Ven un flash y, hala, a moverse. Se aprietan, se empujan si hace falta, se ponen de puntillas para meter cabeza. Es un espectáculo. Mucho mejor que ver un partido de fútbol, y eso que hay regates, fueras de juego, quiebros, desmarques e incluso algún gol que otro… Pero eso no es lo mejor. Antes o después de la fotito, según se estipule en el protocolo (de eso os hablaré otro día), es el momento de las declaraciones y ahí es donde se parten la camisa. Donde el trile y el oportunismo político se muestran esplendorosos. Hay ejemplares que saben perfectamente lo que deben decir para no decir nada y hay otros que dicen lo que saben que el público en cuestión quiere escuchar a sabiendas de que no harán nada de lo que dicen. Medias verdades o, directamente, mentiras. Y los otros, los que las escuchan, no lo saben y aplauden, contentos. Se miran con satisfacción porque les han dicho, por ejemplo, que muy pronto tendrán esa esperada subvención. En cuantito se firme un convenio que en realidad no tienen la más mínima intención de firmar o que, siendo complacientes, podrían firmar si, dos minutos después de salir por las puertas, se acordaran de lo que han dicho dentro. Les importa un pimiento, pero no pueden evitar abrir la boca y soltar lo primero que les venga a la cabeza porque lo importante es quedar bien en ese momento, que ya vendrán otros para la excusa barata, la mentira piadosa o la justificación más ramplona. Da igual.

La emisión de un acto de estos en streaming sería hasta graciosa si tuviera maldita la gracia que muchos de ellos (siempre son los mediocres, los trepas y los oportunistas, y cuidao, que no son pocos) están allí no porque les interese lo que le pasa a quienes les votan, sino porque en realidad han ido por la foto. Solo y exclusivamente por la maldita foto. Y vamos rapidito, ¿eh?, que en media hora hay otro acto.

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