LA vista oral celebrada en la Audiencia de Huelva por el asesinato de Mari Luz Cortés llegó ayer a su fin tras dos semanas. En este periodo han prestado declaración los dos acusados y los testigos junto a los peritos que han trabajado sobre las pruebas recogidas en diversos escenarios. En el plano judicial queda sólo esperar a que el tribunal dicte sentencia, aunque cabe la posibilidad de que algunas de las partes presente recurso en contra. No lo hará así la familia Cortés, que ha expresado su intención de acatar el fallo sea cual sea para no verse obligada a recordar nuevamente los dramáticos hechos que concluyeron con el asesinato de su hija. Su lucha será otra a partir de ahora: convencer a los partidos políticos de la necesidad de endurecer las penas para los delitos en los que las víctimas sean menores, especialmente en los casos de carácter sexual. Pese a la dureza de los acontecimientos y la crueldad de muchas de las manifestaciones de los implicados, la serenidad y entereza de Juan José Cortés y los suyos han sido claves para que la investigación policial y la labor de los jueces se hayan desarrollado con total normalidad. Hay que destacar este hecho una vez más, como también su voluntad de dejar apartados durante el juicio sus estrechos vínculos con el PP para que nada pueda interferir o contaminar su propósito final: lograr la máxima condena para los culpables y sus cómplices. Entre estos últimos, Isabel García, la esposa de Santiago del Valle, que ayer alteró totalmente su versión de los hechos ante una cadena de televisión a cambio de una cantidad de dinero. Este episodio merece un rechazo absoluto y plantea la necesidad de abrir un debate sobre el papel distorsionador que juegan los medios de comunicación, voluntaria o involuntariamente, ante determinados acontecimientos de interés social. Por último, queda también pendiente una mejora urgente de los medios con los que cuenta la Justicia: si Del Valle hubiera estado cumpliendo la condena por pederastia contra su hija, posiblemente Mari Luz seguiría estando viva. Lejos de corregirse ese tipo de hechos, en los juzgados siguen acumulándose hoy en día miles de sentencias pendientes de ejecución. Lo ocurrido no fue un fallo individual y concreto: fue un error de todo el sistema que puede repetirse.

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