Lo elegible Lo elegible

Lo elegible

Elegir es un verbo difícil de conjugar cuando es en primera persona en su forma presente. Cuando les toca a otros no hay problema. Del pasado ya venimos y de aquí al futuro uno puede desdecirse. Pero cuando te toca a ti, o a nosotros, en el momento que pisamos, hay una incertidumbre sobre la sombra de lo que dejamos de lado. Pocas cosas son más fastidiosas que un “elige tú”, porque el azar tendrá responsabilidad directa en esa decisión imprecisa. Recuerdo la escritura temblorosa de los códigos de las carreras universitarias, o la duda ante la elección del último ordenador portátil, o la ¿simple? casuística de establecer la ropa para ir a diario al trabajo.

Elegir es estar ante un menú del que sabes que no vas a catar todos los platos; una vez realizada la selección puede que pasen hacia otras mesas sugerentes presentaciones de las que sólo podrás imaginar su sabor. Pero cuando recibes el tuyo sabrás si fue o no un acierto, únicamente en ese preciso instante. Y tampoco pasa nada.

El verbo elegir procede del latín, de eligere, que conecta con todas aquellas palabras que comparten la raíz indoeuropea leig, que aporta el significado de atar o mezclar. De la misma rama devienen términos como leer, ley, ligar, o inteligente. Así que elegir no es más que una atadura. Y elegir mal no tiene más problema que deshacer el nudo, aunque en ocasiones resulte enredoso, enmarañado.

No existe una verdad o una razón única en esto de elegir. Unas veces nos dejaremos llevar por el instinto, por esa punzada del gusto que tiene poca explicación. Otras nos ataremos a los números, a un conjunto de datos que construyen un puente de hormigón hacia nuestra decisión. En ocasiones optaremos por lo que entendemos como lo menos malo, sin que exactamente cuadre con lo que queremos. Habrá decisiones que mantendremos heredadas del entorno. La necesidad de continuar o la necesidad de un cambio.

La novedad, el riesgo, la curiosidad, abren puertas a la carta elegida. Como lo hacen la confianza, lo conocido, lo estable. Mantener nuestras ideas firmes es tan legítimo como hacerlas flexibles. Nos pasamos la vida haciendo elecciones, aunque no tantas requieran un voto. En unas ocasiones acertaremos y en otras tocará convivir con el error. Atar y desatar, mezclarnos, y tomar conciencia de la felicidad que supone el poder hacer el gesto de recorrer con el dedo el abanico de opciones y elegir.

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