Enhebrando

Manuel González Mairena

Como decíamos ayer

Un nuevo curso. Todo comienzo es complicado. Los seres humanos, por naturaleza, rehuimos del cambio. Manos sudorosas, material nuevo, caras nuevas. En mi mochila llevo un estuche, la agenda, y un puñado de folios. También el kit Covid o kit anti-Covid, según nos basemos en la causa o el remedio, con mascarillas de repuesto y gel hidroalcohólico. Nervios. Muchos. La noche de antes me llevaré un rato eligiendo la ropa adecuada. ¿Será la adecuada? Tengo algunas frases pensadas para romper el hielo. La primera imagen es la que cuenta, es fundamental. Puede que ya no haya marcha atrás. ¿Les caeré bien? "Una plaza en el grupo es un puesto en el mundo", le leí una vez a José Luis Piquero, y qué razón tiene. Necesito esa plaza, necesitamos ese puesto, porque van a ser diez meses de compañía diaria. ¿Cómo será la primera sensación que cause? No sé si el alumnado tendrá la misma intranquilidad que yo, su profesor, y que tantos otros compañeros y compañeras docentes.

Hace unos días estábamos evaluando. Ahora estamos iniciando el proceso. Grupos, reuniones de orientación y organización. La docencia. Siempre igual y siempre distinta. Continua adaptación: centro, normativa, cursos, alumnado. Pandemias aparte. Me llamará un alumno o alumna y no sabré reconocerlo, porque es una voz que sale de un inexpresivo tapabocas (gloria para este vocablo hispanoamericano). Rostros que te sorprenderán tras el bocadillo del recreo. El proceso a la inversa es similar. Desconocen mi surtido de muecas y gestos, enjaulados tras un azul quirúrgico. Pero siguiendo el ejemplo de Fray Luis de León, a pesar de las vicisitudes (desde las sanitarias, a las socio-económicas, o las político-normativas), comenzaré mis clases como todos los años, manifestando mi deseo de defenestrar a alguien durante el curso. Se quedarán mirándome, me insistirán diciendo "eso qué es, maestro" y yo les daré la respuesta: buscadlo en el diccionario. A la mañana siguiente ya tendré un puñado de miradas cómplices.

Pues entiendo la didáctica como el arte de poner en contacto unos contenidos nuevos con un público nuevo, el alumnado. Estrenar y usar. Un simulador virtual para la vida. Dar cera, pulir cera. En eso consiste, herramientas para intentar pasarse el juego que transitan los adultos. Así que adelante, alumnos y alumnas, familias, equipos educativos de los distintos niveles. Quedan por delante 175 apasionantes días lectivos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios