Sobre cultos

11 de marzo 2015 - 01:00

LLEGADAS estas fechas cuaresmales, resultan un tanto cansinos y aburridos los llamamientos que desde artículos de opinión, boletines de hermandades y otros estamentos se hacen para que los hermanos acudan a los cultos de sus hermandades. Cierto es que se trata de una obligación que todos los que formamos parte de la nómina de una hermandad debemos cumplir. No obstante, cuando las hermandades celebran sus cultos cuaresmales, son muchos los hermanos que los viven con intensidad. En ese terreno se ha progresado muchísimo, y máxime cuando al examinar la cantidad de cultos que una hermandad tiene al cabo del año no tiene nada que ver con los de hace algunas décadas atrás, en las que los cultos de las hermandades se reducían, en muchos casos, a una sola misa, que se celebraba en Cuaresma.

Las hermandades se afanan en montar artísticos altares de culto, pues son conscientes de la importancia que tienen estas celebraciones. Así, cuando la hermandad hace en la función principal de instituto pública protestación de fe, no se trata, en ningún caso, de un mero trámite, sino de una afirmación de nuestra firme creencia en todo lo que nos dice y enseña la Santa Madre Iglesia, a la vez que también se convierte en un ejercicio de fidelidad a una hermandad y a sus hermanos. Pero en el esfuerzo de las hermandades para dar esplendor a sus cultos, un capítulo importante es el orador sagrado. Las hermandades buscan a predicadores que sepan llegar a los cofrades, para así vivir con intensidad los cultos que se celebran. Cuando comento que sepan llegar a los cofrades, no quiero decir que hagan pregones encendidos, ni exaltaciones al uso de los titulares de la hermandad en las que predican, sino que realmente nos ayuden a interiorizar la palabra de Dios proclamada. Por desgracia, son muchas las ocasiones que nos encontramos con predicaciones que son verdaderas riñas a los cofrades presentes u homilías que se notan que no han sido preparadas. Las hermandades ya están situadas en pleno siglo XXI, aunque nos guste, en las formas, el Barroco. En el siglo XXI, los cofrades tenemos una formación que, en muchos casos, se quedaría sorprendido más de uno, aunque sigamos demandando más formación. Ya no nos valen predicaciones improvisadas ni riñas a destiempo ni largas homilías carentes de contenidos. A los cofrades, cuando acudimos a nuestros cultos, cuando vivimos la misa dominical, nos gusta que el sacerdote se haya preparado, un mínimo, las lecturas del día. La preocupación por las homilías no es sólo de los cofrades. El pasado año se publicó por parte de la Congregación para el Culto Divino el Directorio Homilético, un precioso documento dirigido a los sacerdotes, en el que se marcan pautas claras para afrontar una homilía enriquecedora. De esta preocupación por la preparación de las homilías se han hecho eco tanto el Papa Francisco como su antecesor, el Papa Benedicto XVI.

Creo, y así lo he manifestado muchas veces, que ya es hora de que Huelva cuente con una escuela de Teología, en la que los cristianos en general y los cofrades en particular sigamos nuestra formación y en la que los sacerdotes se reciclen. Todos juntos en el mismo centro de estudio, todos juntos en el mismo camino. Todos avanzando en la fe dentro de la Iglesia.

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