María Ángeles Pastor

El cuidado esencial

La otra orilla

En un mitin reciente Pablo Iglesias reconoció que para que él y su pareja pudieran estar allí, "la madre que lo parió" se había quedado cuidando a sus nietos, y agradeció el apoyo silencioso de tantas madres y abuelas. Más de un lector (y sobre todo lectora, que aquí sí debo utilizar el doblete) pensará en cuántas, cuantísimas veces ha tenido que delegar el cuidado de sus hijos y no ha ido por ahí dándole publicidad. Pero no es nimio que los cuidados empiecen a salir a la plaza pública, porque solo desde la visibilidad podremos afrontar la necesaria revolución que esperan.

¿Y en qué consiste esa revolución? Para empezar, en una mirada desde el sentido común. Nuestro modelo de desarrollo es insensato también en esto: exige cada vez más tiempo para los trabajos productivos y se lo quita a los reproductivos o de cuidados, que suponen por sí solos el 65% del trabajo total que se realiza en una sociedad industrializada. El sistema se comporta como si los trabajadores brotaran cada día cual champiñones delante de su puesto de trabajo, alimentados, descansados y aseados, y como si todo lo necesario para que esto suceda no fuera problema de nadie. Es decir, que tenemos un tinglado mastodóntico sobre una base cada vez más inestable y mutilada, un tiempo que se come a otro tiempo, nada menos que al tiempo sobre el que se asienta la vida.

Hace falta, además, un debate serio desde las prioridades sociales, sin esquivar lo emocional y relacional. Esta deuda de cuidados que vivimos habla de las mujeres que ya no pueden o quieren cuidar -y de los hombres que tampoco han asumido esas tareas que nosotras abandonamos-; habla de migración feminizada, de economía sumergida, de trabajos precarios; habla también de las condiciones de vida de los que ya no producen, los que sobran, y cada vez son más. Y nos enfrenta a preguntas realmente incómodas: ¿quién hace política, economía, cultura y para qué y para quiénes? ¿Quién cuida? Y más allá: ¿quién me cuida a mí, y quién me cuidará cuando yo ya no pueda hacerlo? ¿Por qué se ve una cosa y no la otra? ¿Por qué unas personas son tan visibles y otras tan poco? ¿Qué sucede en esa retaguardia de la vida, tan ignorada y tan esencial?

Reivindicar los cuidados es algo más que una respuesta necesaria para sobrevivir cada día: es un reto a nuestro modo de ser, hacer y estar en el mundo. Es poner a las personas en el centro, saberse, por encima de todo, humanos.

También te puede interesar

stats