Semana Santa

Miguel López Verdejo

Las cosas bien hechas

Llegamos al fin de la cuaresma, la semana de pasión, que ya mismo se da la mano con una nueva Semana Santa. Ocho días que marcan todo un año para tantos amigos y, por supuesto, el que escribe. Un modo de organizar la vida, viendo con emoción cómo seguimos en la brecha, vistiendo la túnica, y disfrutando también al ver que vamos sembrando el gusanillo en los que vienen por detrás. Un día eres el pequeño de tu casa que sale de paje y ahora eres un eslabón más entre muchos que deja tres monaguillos delante del Señor. Casi nada.

Todos tenemos nuestra Semana Santa, eso es cierto. Cada uno busca cosas diferentes, aparte claro está de lo fundamental. Y es que son las cofradías un hermoso envoltorio del que podemos extraer muchas lecturas y momentos. Desde fuera no lo entienden, pero no podemos conectar mejor con quien fuimos y con quienes nos precedieron que portando un cirio ante el Cristo de nuestra devoción o portando con esfuerzo la Virgen que vela nuestro sueño. Yo no puedo estar más en comunión con mi madre que vestido de ruan, en silencio, flotando entre una multitud que a mi paso ya no existe y abriendo el paso del Cristo que ella tenía en su cuarto de la costura.

Esta es una de las circunstancias que dan sentido a todo lo que viene los próximos días, ya que lo esencial, la liturgia y el precepto, lo tiene cualquier parroquia. Con eso es más que suficiente, pero nosotros, los cofrades, necesitamos también de lo accesorio para alcanzar la plenitud en la Pascua. Y fuera no lo entienden.

Queremos una experiencia mayor, más plástica y comunitaria, contemplando la pasión y muerte de nuestro Señor, como una suerte de catarsis griega. Con esa disposición, vivimos todo el año más felices aún de anunciar la Resurrección. Y todo tiene sentido.

Pero para ello, es necesario el sacrificio. Por ello, no entendemos una primavera sin el milagro de la Virgen de los Dolores en el porche mercedario, ni una víspera del amor fraterno sin que Huelva ponga a prueba sus costuras con la Victoria y la Esperanza por sus calles. Necesitamos la antítesis de acompañar a la Soledad, y compartir con ella el dolor de que es Viernes Santo y Cristo ha muerto. Y fuera no lo entienden.

Mientras exista todo esto (Cristo y Virgen; palio, duelo y corazón; compartir con los que vienen y los que se fueron; esperanza y gloria), existirá la Semana Santa. No solo la que propone el Evangelio, que esa no la perderemos (otro debate), sino la nuestra, la de cada uno, la que soñamos todo el año y esperamos con anhelo.

Todo un reto mantenerla y defenderla, porque supone un esfuerzo colosal para muchas hermandades el simple hecho de sobrevivir, y la distancia entre ser y parecer es también abismal. Necesitamos de valor dentro y fuera de las hermandades, que sean capaces de seguir creando y manteniendo lo mucho y bueno que hay. Es muy difícil seguir siendo la Hermandad de las Tres Caídas, genial la mires por donde la mires, pero también es harto complicado hacer un paso como el que está haciendo la Santa Cruz. Me ha maravillado el frontal terminado, y si alguien piensa que más rápido debería ir, será de los que se cree que las hermandades pueden vivir solo con las cuotas de los hermanos. De eso nada. Hay que trabajar mucho y tener muy claros los conceptos para culminar un proyecto de esa categoría y magnitud.

Es una de esas cosas bien hechas que cuando llegan estas fechas te hacen creer que esto merece la pena. Se cree uno que ya ha visto todo… Siempre pueden sorprenderte, y en este caso para bien.

Feliz y provechosa Semana Santa a todos. Que seamos capaces de poner sobre la mesa lo mucho que nos une y que consigamos conectar con el Señor a través de los que fueron y los que vienen. Amén.

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