Cuando la Patronal de Valladolid se quejó, hace unos días, de que por culpa de los ancianos no habían podido pasar de fase, con el perjuicio económico consiguiente, no hizo sino expresar en voz alta y de forma grosera lo que es socialmente evidente aunque por corrección no se diga,: que los mayores estorban, que son "un colectivo improductivo" (así los llamaron) y que lo mejor que pueden hacer es esperar tranquilamente la muerte sin incordiar demasiado. ¿Y qué quieren?, piensa ahora el lector. Ya cuesta bastante construir residencias, o mantener servicios en esos pueblos vaciados donde solo quedan ancianos. Muchos de estos mayores ya estaban confinados cuando llegó la pandemia. Lo de ahora es apretar un poco más el lento estrangulamiento de derechos, de actividades, de afectos. De vida, en fin.

No son los únicos expertos en confinamiento. Que se lo digan a los presos de las cárceles españolas. Las prohibiciones que trajo el quedarse en casa, a ellos les quitaron el aliento para mantenerse en su encierro forzoso: se cortaron, de un día para otro, las visitas, los permisos, las actividades educativas o terapéuticas… sin alternativa, porque allá dentro no existen videollamadas, ni clases on line, ni se puede recurrir a estrategias más o menos populares como cocinar o ver series de televisión. Eso sí que es un confinamiento a palo seco. ¿Y qué quieren?, piensa ahora el lector. Bastante tenemos todos ya, como para acordarse de los reclusos está la cosa. Ahí siguen ellos, siempre aislados, ausentes, olvidados.

Y continúa la lista de los ya confinados desde antes, de quienes pasan los días en su estrecho cerco de posibilidades y derechos: los que viven en la calle, y fueron llevados a los polideportivos, para después ser devueltos a la intemperie; los que se hacinan en mini pisos, o las mujeres y niños que sufren violencia de género, o los ancianos solos, o las personas con discapacidad que tienen barreras arquitectónicas en sus hogares… Todos nos hemos quedado en casa, pero no todos en las mismas condiciones. Y la desescalada a muchos no les devolverá más opciones de vida.

La nueva normalidad, para que sea nueva, significa no perder de vista a los invisibles. Significa aliviar el confinamiento en el que ya vivían, seguir construyendo lazos de ciudadanía, fortalecer el apoyo mutuo entre vecinos, como se ha hecho durante estas semanas. ¿Y qué quieren?, piensa ahora el lector. Lo que quieren es seguir contando contigo.

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