políticamente incorrecto

Francisco Revuelta /

Los chinos y nosotros

Ha llamado la atención la preocupación del primer ministro chino, Wen Jinbao, expresada en la única conferencia de prensa que concede al año y ofrecida hace un par de días, en cuanto a que teme una nueva Revolución Cultural. Sorprende una declaración de esta clase puesto que aquello fue realmente una barbaridad que movilizó a millones de jóvenes radicalizados, llamados los Guardias Rojos, que supuestamente velaban por la pureza ideológica del comunismo. Las consecuencias, debido a la violencia y a la humillación contra los señalados como burgueses, fueron desastrosas, afectando a la convivencia y a la economía. Ahora, su Gobierno ha reconocido que las protestas sociales se han multiplicado por 10 entre 1993 y 2010. Si es por esta razón por la que dicho primer ministro ha realizado esa manifestación, eso no aclara nada sobre quiénes cree que serán los protagonistas, en esta ocasión, de un movimiento de esas características. ¿Aquellos que piden más democracia, una mejor distribución de la riqueza, avances sociales o, al contrario, los más aferrados a la ortodoxia del régimen que intentarán emular a los que en 1966 siguieron las directrices de Mao Zedong? Los resultados no serían los mismos si fueran los primeros, defensores de los derechos humanos, o los segundos, con poco respeto por lo que significa esto último.

Por supuesto, lo deseable es que allí no haya especiales problemas y que progresen hacia un auténtico Estado de derecho que garantice las libertades. Pero al margen de esta consideración que responde a la más elemental solidaridad humana, también nos resulta conveniente que China no explote internamente. Poco a poco, su economía va ganando terreno -eso sí, a costa de millones de trabajadores explotados- de tal forma que hay quienes han pronosticado que en menos de un siglo ocupará el lugar de la mayor superpotencia. Además, en estos momentos, es el mayor acreedor en letras, bonos y cupones (negociables y no negociables) del Tesoro de Estados Unidos. Todo esto hace que cualquier desequilibrio que se produzca en ese país oriental afectará en buena medida al resto del mundo. Cuando se mira hacia atrás se descubren generaciones que vieron sus vidas condicionadas por multitud de adversidades, entre guerras, hambrunas, escaseces y otras penalidades. A las actuales nos ha tocado, después de años de bonanza, apretarnos el cinturón o ver cómo otras manos se encargan de hacérnoslo y el futuro no es halagüeño. Tanto es así que ningún candidato a las elecciones andaluzas alardea prometiendo grandes inversiones; más bien, cada uno de ellos trata de transmitir que con su programa no se irá a peor. Esto es la primera vez que pasa en la reciente democracia española. Pues bien, como las palabras de Wen Jinbao se cumplan ni eso último podrán asegurar.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios