El llanto de Boabdil
El Poder centrifugado
Alto y claro
Felipe González sigue siendo a estas alturas una de las voces más inteligentes del panorama político español, quizás la que más. No en vano atesora una experiencia nacional e internacional que no iguala nadie en el país, ha compartido momentos históricos con líderes mundiales que ya están en los libros y puede presumir de haber encabezado el principal proceso de modernización que ha afrontado España en los dos últimos siglos. Últimamente, cosas de la vejez, está cometiendo el error de exponerse demasiado y de que todas sus apariciones tengan un aire provocador destinado a sacar de sus casillas a sus todavía compañeros de partido. Lo logró durante bastante tiempo, pero ya se ha hecho tan habitual que está descontado e ignorado.
Pero lo que nadie le puede negar es que exhibe una sensatez que se echa mucho de menos en nuestra política. La semana pasada, tras haber hecho manitas con Aznar en una comparecencia pública, fue a El Hormiguero y allí dijo que el proceso autonómico que se diseñó en la Transición para descentralizar el poder ha resultado un fiasco porque en lo que en realidad hizo fue centrifugar el poder. Pocas veces se ha escuchado una definición más precisa de uno de los problemas que resta para que España tenga un sistema democrático sano.
Las autonomías, que deberían ser estructuras para acercar la administración a los administrados, se han convertido en pequeños reinos de taifas que compiten cada día con el Gobierno central y que son, al mismo tiempo, costosas maquinarias funcionariales puestas al servicio de los partidos. La regla es que todo lo bueno que sucede en una comunidad autónoma es logro de su Gobierno y todo lo malo que ocurre es culpa del de Madrid si es de diferente partido o de la herencia recibida si la Moncloa es del mismo partido que el presidente autonómico. Sobre esa base se compone el argumentario político. Se trata de utilizar los recursos de la administración regional, que no son pocos, para hacer política de partido. Y con eso está todo el trabajo hecho.
En Andalucía hemos asistido y asistimos, antes y ahora, a episodios ciertamente grotescos. Por ejemplo, si un mes baja el paro es gracias a las medidas puestas en marcha por la Junta, pero si sube es por la nefasta política económica del Gobierno central y por la discriminación permanente que sufre la región. Y así con todo. Qué fácil.
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