¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La nueva España flemática
Si no me equivoco, llevamos más de un mes de otoño pero este calor pegajoso no se va ni parece que dé señales de irse. El otoño de las hojas amarillas y las castañas humeantes y los fríos repentinos y las lluvias inesperadas parece haber desaparecido de nuestra vida. Si fuéramos seres antiguos que se regían por los signos celestes y los sueños y las premoniciones, diríamos que este bochorno climático no es más que una proyección del bochorno político que vivimos, cuando hasta los presidentes del Gobierno reconocen tan campantes que reciben pagos en metálico en la sede de su partido. Y si hemos llegado hasta estos niveles de desvergüenza, cuando mentir de la forma más descarada se ha convertido en la práctica habitual de quienes nos gobiernan, es normal que el clima real que vivimos sea el de un bochorno que no nos abandona en ningún momento.
En lo que llevamos de democracia –y ya van siendo muchos años–, yo no había visto jamás tanta desvergüenza y tanta osadía a la hora de mentir. Es como si nos mintieran de la forma más humillante posible –sabiendo que nosotros sabemos que nos mienten– porque los que nos mienten continuamente saben que vamos a confiando en ellos, y cuanto más nos mientan más vamos a seguir votándoles. Es una rueda infernal. Y habría que añadir unos niveles de venalidad y de matonismo que no se habían visto jamás con la obscena desenvoltura con que se llevan a cabo ahora. Y todos sabemos lo que sabemos, claro. Se silencian bocas comprometedoras con cargos públicos que cuentan con un estipendio de 200.000 euros anuales, se compran lealtades colocando a los hijos en una canonjía en una empresa pública, y se hacen todo tipo de jugarretas para comprar la conciencia de la gente que interviene en las decisiones públicas que puedan afectar a los políticos del Gobierno. Supongo que en tiempos de Quevedo las cosas eran así, y también eran así en la Roma de los Borgia donde todo se compraba y todo se vendía. Pero uno imaginaba que en el país más progresista y transparente en la historia de la humanidad las cosas se harían con algo más de disimulo. Pues está visto que no. Nanay. Así que todo parece indicar que este bochorno insufrible va a durar no sólo meses, hasta que llegue el invierno –si es que llega–, sino años y años. ¡Años!
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