palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Los bárbaros

LOS andaluces, por primera vez en treinta años, se disponen a participar en las elecciones autonómicas bajo el síndrome del miedo, no del miedo a la política que imponga el partido ganador (ése es, dicen, un miedo superado) sino a lo que íntimamente cada individuo pueda perder. Es un recelo avivado menos por las consecuencias de la ejecución de una política (que la mayoría juzga inaplazable) que por el temor a perder algo que atañe a la armonía doméstica, al equilibrio personal, a la seguridad subjetiva e incluso a la moral. La izquierda votará menos (o no votará decididamente a nadie y dejará las puertas abiertas al triunfo de la oposición igual que ocurrió el 20-N) empujada por sus propias incertidumbres y dudas. Es una actitud parecida a la descrita por Kavafis en la invasión de los bárbaros: "-¿Qué esperamos congregados en el foro? / Es a los bárbaros que hoy llegan./ -¿Por qué esta inacción en el Senado? / -¿Por qué están ahí sentados sin legislar los senadores? / -Porque hoy llegarán los bárbaros./ ¿Qué leyes van a hacer los senadores? / Ya legislarán, cuando lleguen, los bárbaros". Los bárbaros no son en el poema de Kavafis los que cometen barbaridades, sino los extranjeros (bárbaro es una onomatopeya griega del idioma de los invasores) que han estado hasta ahora rondando pacientemente los centros del poder hasta que las puertas de la fortaleza, descolgadas de los goznes por la vejez, se han franqueado sin lucha.

Hay mucha gente que teme perder privilegios laborales en la función pública; otros que se malean el cierre de cientos de empresas, muchas de ellas inoperantes o caras pero casi todas representativas de una acción política desplegada a lo largo de décadas; los de más allá temen su futuro personal; los de acá tiemblan como timoratos ante la llegada de un mundo basado más en la destrucción de lo inútil que en su reparación. En una red de clientelismo burocrático tan gigantesca, quien no teme por sí teme por los suyos. Y luego está el mayor miedo de todos: la incertidumbre, el no saber cómo será el futuro en semanas o meses, qué pilares se mantendrán en pie y cuáles caerán. La propia derecha percibe esa misma desorientación pero de un modo positivo, la euforia de los llamados a sustituir a los desterrados. De todo esto nada dicen los candidatos del PP. Se cuidan mucho de adelantar qué vendrá, no tanto por avivar el coraje político dormido como para extender la vacilación, la perplejidad, la eventualidad de los proyectos personales. Y luego, al margen, están los miedos colectivos; miedo a unas leyes de potencia destructiva o constructiva indeterminada.

¿Qué pasará el 25-M? ¿Y los socialistas remontarán? En el poema de Kavafis los bárbaros al final no aparecen: "¿Y qué va a ser ahora de nosotros sin bárbaros? /Esta gente al fin y al cabo era una solución".

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