La otra orilla

javier RODRÍGUEZ

El ataque a los pobres

Sinceramente: no me merece la pena discutir sobre dónde vive un político, sobre qué estudió o sobre cómo viste, sin embargo creo que, como sociedad, debemos defender ciertos valores que nos hacen mejores, que nos hacen crecer: creo por ejemplo que no debiéramos consentirle a ningún partido político el ataque a los más vulnerables de nuestra sociedad y creo que no debiéramos consentir ninguna campaña mediática que justifique estos ataques.

No es algo nuevo, históricamente colectivos como el de las mujeres que ejercen la prostitución, las personas sin hogar, las que sufren algún tipo de adicción o el pueblo gitano han sufrido en primera persona la criminalización que precedía a la represión, el castigo… con el que se pretendían ocultar las vergüenzas de una sociedad que condenaba a la pobreza a miles de personas de su comunidad.

Ahora no es distinto, aunque cambiemos los protagonistas de estos ataques: migrantes que atraviesan la frontera de la única manera que se les deja -sin cumplir una ley de extranjería imposible de acatar para quien huye de la guerra, la represión, la miseria...-. Personas sin hogar que buscan desesperadamente un espacio donde protegerse y lo encuentran en casas abandonadas que deciden ocupar. Familias que no encuentran la manera de pagar la luz, el agua y llevar algo de comida a sus casas después de años, de paro forzoso y que, cuando el gobierno aprueba una mísera ayuda que apenas cubre algo de esos gastos, son tachados de vagos, indignos, incluso, de ser registrados en el padrón como personas residentes en un municipio. Mujeres que han sufrido vejaciones de todo tipo, a las que se les niegan soluciones porque su problema "es un cuento de las feminazis".

Sin embargo, a las personas que sufren la exclusión social, a las víctimas de la guerra, del hambre, a las de la violencia machista… hay que protegerlas, acompañarlas, apoyarlas en el difícil camino que conduce a la recuperación de la dignidad.

Creo que debemos plantar una frontera bien gorda lejos de los argumentos que los criminalizan pero mucho me temo que el origen de estos está en que la lucha contra la pobreza supone recursos que sólo pueden salir de una mayor carga fiscal para las grandes fortunas, los grandes bancos o las grandes multinacionales y, en frente de estas medidas, nos encontramos con unos ricos que no quieren ni oír hablar de eso que se ha dado en llamar "justicia fiscal".

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