Manuel González Mairena

Una apuesta segura

Enhebrando

Cada cual esparce sobre la mesa sus próximos viajes y la planificación de los fines de semanas venideros

22 de febrero 2022 - 01:30

El amor y los PRL. Las series de estreno que vienen y cómo se ven ahora las pantallas. La gestión de las horas de sueño. Cómo el hecho de quitarse la mascarilla es ya el nuevo topless. Mi suegra me regaló un satisfyer. La gestión de los niños y la avalancha de actividades extraescolares. Cada cual esparce sobre la mesa sus próximos viajes y la planificación de los fines de semanas venideros. ¿Me estás preguntando si me gustan los sementales? Alguien plantea el miedo a las aglomeraciones, a los conciertos, los espacios reducidos. Se saca el tema de los videojuegos y los juegos de mesa. ¡Maldito Wordle! Charlamos sobre gente que no está presente pero todos conocemos, hay a quien invocamos por medio de WhatsApp como si de una güija contemporánea se tratara. Escamoteamos como se pueden los temas laborales pero algo se cuela siempre de algún modo. Qué lote de llorar me he pegado con el libro de Mario, no podía dejar de leerlo, no me ha durado nada. Quien está sentada más al fondo ya ha visitado La Casona y cuenta cómo está aquello y se abre el melón de los nuevos enclaves gastronómicos. ¡Tómate ya la pastilla de la lactosa! Pedimos postre. Hay quien se marcha porque tiene cita en la peluquería, mientras otros pasan, saludan y se quedan. Todo esto empezó eligiendo menú, el pasado jueves, en una mesa del Eclipse, en una de esas treguas que nos da el oleaje pandémico. Entre picos de subidas y picos de bajadas. En el fondo no es más que una mínima celebración de las afinidades electivas. Porque hay un carcaj lleno de risas por lanzarse. Ganas de disfrutar. Cosas por contarnos. Uno reconstruye su voz y su lenguaje al mismo tiempo que un andamio eleva aquello que nos hace humanos. Hace unos días escuchaba a Marcos Gualda decirle a un grupo de chavales que traspasamos los límites del otro cuando somos vulnerables, cuando se nos cae la máscara. Y es que se hace necesario entremezclar el trabajo con compañeros y compañeras con ese destape de máscaras. El intercambio. Pasarnos un rato a la dimensión del ocio.

Volví a probar el sábado, quedando con parte de mi grupo de amigos, sin sentimiento de culpa, para tomar al sol del mediodía unas cervezas (mi hermano siempre dice que cerveza no tiene singular), para hacer de este ya alargado carnavalillo de mascarillas algo más llevadero. Bendita la amistad y sus vástagos. Y, por cierto, habría que ir hablando de quedar el viernes 4 de marzo, ¿qué tal a las 17:00 en el Paseo de la Ría?

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