LOS arquitectos españoles juntos con los de otros 26 países estamos dentro del Consejo de Arquitectos Europeo (CAE). Colaboro en el CAE desde hace bastantes años, y hoy soy su Vice-presidente.

Desde el año 1990 (fecha de su fundación en Treviso) han pasado muchas cosas, pero lo que hemos aprendido con la globalidad y los ordenadores es que todos los europeos cada vez estamos más cerca y más en red. Nuestro objetivo primordial es promocionar la buena arquitectura, e influir para sortear los obstáculos que se interponen en la movilidad de los arquitectos europeos para trabajar en otros países de la Unión. Mi actividad como arquitecto dentro de Europa, así como la circunstancia personal de ser catalán, marido de onubense, y de tener una nieta hispano-alemana residente en Colonia, me llevan hoy a escribir este artículo.

Tanto mi mujer como yo siempre tuvimos un especial interés en educar a nuestros dos hijos para que asimilasen las dos culturas que imperaban en el hogar donde crecieron. El hacerlo así, convencidos que de esa variedad sólo podrían sacar algo bueno, no nos supuso ningún esfuerzo, y lo cierto es que después todo han sido satisfacciones. Conocieron a tres de sus cuatro abuelos, y quieren con locura lo que conocen de estas dos partes de España. Saben de sus diferencias, y disfrutan en ambos lugares por igual. En la actualidad, uno de ellos reside en Colonia (Alemania), y por lo tanto su juego es ahora triple. Allí vive feliz desde hace ocho años con su mujer, alemana, y fruto de su relación nació hace tres su hija Linda (nuestra nieta). Los esfuerzos de los padres para que Linda hable español y así no pierda contacto con sus abuelos (residentes en Barcelona once meses y uno en El Rompido), son dignos de elogio. La niña, que adora Cartaya (ya van dos veranos que los pasa con nosotros), el próximo junio tendrá un hermano que, como ella, llevará los apellidos Querol-Hidalgo (como quiso su madre alemana renunciando al suyo) y disfrutará también de la doble nacionalidad.

Hace dos años a sus padres les hizo ilusión bautizarla en Barcelona. Les pareció que de esta manera, sus familiares alemanes y españoles compartiríamos de manera más equitativa los momentos significativos de sus vidas. Tanto es así que, ahora, la decisión de bautizar en Cartaya a su futuro hermano (el que está a punto de llegar) nos estusiasmó a todos. Mi mujer, al ser la que obviamente habla mejor el andaluz, fue la encargada de conectar emocionada con el párroco de Cartaya. Pero después de una larga conversación, la guinda no pudo ser más amarga: por lo visto la agenda del párroco de Cartaya, palabras textuales, está totalmente llena desde el 6 de abril hasta diciembre de 2008. ¡Lástima! Parece ser que la Europa real no está tan cerca de sí misma como la Europa para la cual trabajamos los Querol-Hidalgo.

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