Antonio Carrasco

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Pongamos el acento

Nuestra forma de hablar es identidad, singularidad y riqueza, alejada de la corriente que durante años la penalizó

¿Tu sabes por qué a mí se me entendió en todo el mundo? Por el acento. Y no solo me refiero a la forma de hablar”, así arranca el mensaje de Lola Flores en un conocido anuncio que hizo fortuna hace un par de años. Cruzcampo apeló a la raíz, a la identidad interior de todos y cada uno de los que pisamos esta tierra. Vivimos en una sociedad tan obsesionada con querer ser algo diferente a lo que somos que en el camino sacrificamos valores tan esenciales como nuestro acento.

Durante años lo hemos penalizado nosotros mismos, despreciado y ninguneado. La mayor aspiración de todos era que nuestro niño hablase lo que considerábamos correcto. “¡Qué bien habla fulanito, que parece de Valladolid!”. Como si aspirar letras, cecear o sesear fuesen pecados mortales del lenguaje. No, hablar bien es comunicarse bien, es que tu interlocutor te comprenda, tu mensaje llegue y para ello hay que formular las expresiones de forma adecuada, vocalizar y pronunciar sin que ello implique que debamos renunciar a las características propias de nuestra tierra. A lo que nos hace diferentes.

Por fin hay cierta corriente que intenta normalizar que el andaluz no es un vulgarismo del que debamos huir, sino su esencia cultural. Me encanta cuando pones la radio o escuchas la tele y quien te habla actúa con normalidad, sin forzar. Ya era hora. No hace demasiado tiempo como oyente asistí a un episodio tragicómico. Un programa radiofónico autonómico en el que su presentador con perfecto castellano de la orilla derecha del Pisuerga entrevistaba a un lingüista andaluz. Éste hacía un alegato del acento, de la riqueza del vocabulario y la enorme variedad del andaluz. Como si un chispazo hubiese fundido la luz del estudio, su entrevistador de pronto cruzó Despeñaperros para ser el más andaluz de los andaluces ante un micrófono. Nuestro acento es identidad y riqueza. Durante demasiado tiempo sirvió de motivo de mofa, para identificar al personaje pobre o gracioso de las historias, el infeliz sin cultura. “Acento es que se te vean las costuras y los dobladillos, que se te escuche hasta el hipo. Da igual si eres de la Conchinchina o de la Línea de la Concepción, manosea tus raíces, que de ahí siempre salen cosas buenas” lo dijo la Faraona, cuyo centenario celebramos. “El acento es tu tesoro, no lo pierdas nunca”. Palabra de Lola.

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