Versos y prosa

Quizás, la novela no ha tenido la suerte de convertirse en el género “característicamente” andaluz

El pasado jueves, Luis Sánchez-Moliní, en una de sus crónicas, celebraba con simpático alborozo, no exento de alguna pincelada irónica, la presentación de un libro del poeta jerezano José Mateos, publicado en Vandalia, de la Fundación José Manuel Lara. Una colección que, dada la exigencia de sus dos directores, Jacobo Cortines e Ignacio F. Garmendia, otorga a sus autores una cierta pátina de definitiva consagración literaria. Entre otros alicientes, el acto contó con la presencia de la plana mayor de la poesía andaluza. Y esto sucedía cuando aún no se habían apagado las luces y los ecos de otro acto poético, días atrás, en el que se había recordado, una vez más, el encuentro del pasado año 27, también en estas tierras, del celebérrimo grupo generacional al que esa fecha precisamente ha dado nombre. Hace pocas semanas, un buen libro sobre Bécquer también empezó a circular por las librerías. Tres señales, coincidentes en muy poco tiempo, que confirman la vitalidad de la poesía andaluza, tanto la actual como la recordada de siglos anteriores. Motivo lógico de satisfacción para poetas y para lectores de versos. Además, cabe deducir que es una prueba de la inclinación de la gente del sur por la lírica, tal como si, en una suerte de reparto topográfico de gustos y sensibilidades, a los andaluces les hubiera tocado como signo distintivo la creación poética. Pero una vez aceptada esta evidente buena suerte en el reinado de los versos, algún envidioso puede preguntarse por qué, en Andalucía, ese mismo brillo no se proyecta también en el mundo, más prosaico, claro está, del cultivo de la prosa. Entendiendo por prosa, géneros que tienen también su atractivo y necesidad, por ejemplo, la novela. Esta ha contado y cuenta con espléndidos títulos. Pero quizás no ha tenido la suerte de convertirse en el género “característicamente” andaluz y se ha olvidado que en estas tierras meridionales surgió, casi espontáneamente, entre los años sesenta y setenta del pasado siglo un grupo, al que también se podría llamar generacional (aunque ningún ateneo validara su foto) de una decena de magníficos narradores, a los que ni se les recuerda, ni se les recupera, si se les lee. Y aún hay otro tipo de prosa que apenas se cultiva, o estimula: la del ensayo reflexivo, de crítica y pensamiento. Un género más que necesario para enfocar los graves problemas pendientes en Andalucía. Posiblemente, los desconsolados que reclaman más atención por la prosa son unos envidiosos, pero por una vez, entre tanto festín poético, quizás convenga abrirles alguna puerta.

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