El mundo de ayer
Rafael Castaño
Formas de decir adiós
La otra orilla
Aver, compañero, ¿cómo es eso de que estás en contra de los Objetivos de Desarrollo Sostenible? Cuando te preguntan sobre cuales de esos objetivos que plantea la Agenda 2030 son los que te inquietan, dejas claro una cosa: no tienes ni idea. Supongo que alguien te habrá hablado del “lobby globalista”, de “milmillonarios que pertenecen a la secta de los Illuminati”, de “la estafa del calentamiento global”, de algo sobre “el papa comunista”, de “planes para acabar con la civilización occidental a través de la invasión islámica”, de los Clinton, de Bill Gates y “alguna charla secreta en Davos” y que de ahí, ese alguien, ha hecho una pirueta y te ha dicho: “el problema es la Agenda 2030”.
Antes de seguir, tengo que decirte que, mucho antes que tú, yo he participado en manifestaciones contra la globalización, contra el FMI y el Banco Mundial, contra el Tratado de Maastrich, contra tratados de libre comercio como el vetusto GATT, supe de las dudosas estrategias de George Soros para alcanzar la fortuna de la que disfruta y de los oscuros manejos en foros como el de Davos o el del Club Bilderberg y que nunca me he tragado las campañas de lavado de imagen, a través de un supuesto compromiso con el medio ambiente o con la lucha contra las desigualdades, de grandes corporaciones que basan su beneficio en el destrozo ambiental o en la explotación de sus trabajadores.
Una vez aclarado esto, tengo que decirte que yo sí se de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y sus 167 metas. No es que sea un experto, pero no se me ocurriría decir que estoy en contra de cualquier esfuerzo por acabar con la pobreza, el hambre, por garantizar, para todas las personas, el acceso a la salud, al agua, a la educación…, y -¡sorpresa!- por cuidar la agricultura. Es verdad que a veces se apropian de la Agenda 2030 aquellos que lo que buscan es lavar su imagen y que los gobiernos la usan, en demasiadas ocasiones, también con fines propagandísticos, pero eso no resta importancia a la gran noticia de que, por primera vez en la historia, casi todos los países del mundo acordaran una agenda en esa dirección y creo que, lejos de ir contra los objetivos que persigue, lo que habrá que hacer es exigir su efectivo cumplimiento y denunciar la otra agenda, la de las grandes corporaciones capitalistas, la que sí que va contra los intereses del campo y trata de globalizar la explotación, no los Derechos Humanos.
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