
El lado bueno
Ana Santos
Violencia estética: el pan nuestro de cada día
Sabido es que los caminos del Señor son inescrutables. Al fin y al cabo, las deidades tienen sus privilegios que además los creyentes aceptan como inmutables. Y nada hay que objetar porque cada cual es libre de pensar lo que desee o lo que pueda, en función de su formación, su interés, las tradiciones que les circundan o las que les marque su inteligencia. Pero, dejando a las deidades fuera, en el mundo real, el que padecemos o disfrutamos, según toque, las cosas funcionan de otra manera y, a veces, demasiadas veces, de una manera muy burda y casi siempre marrullera o ladina. Un asco, vamos.
Ayer nos despertamos con un acontecimiento más, todavía no sabemos si es un hecho pero se le parece y mucho, dentro del PP de España, que induce a pensar que ciertos comportamientos de sus líderes -esos que siguen sentándose en la sede de Génova 13, a pesar de que dijeron que se iban a marchar porque el edificio había sido rehabilitado con dinero oriundo de extrañas manipulaciones-, vienen enquistados en las venas de sus próceres, como una determinada fórmula de hacer política, y no es otra que espiar a todo Dios; y es tanta la afición que le tienen a dicho procedimiento, que no basta con espiar a los que no piensan como ellos, sino que también se mandan a espiar ellos mismos, es decir, a sus propios compañeros de formación, a sus familiares y, ya de paso, a sus amigos. Un método como otro cualquiera de estar en el poder, pero, que, a mí, me parece aberrante además de insultante.
Un vicio como otro cualquiera, este del PP, que ya sí es el de señor Casado diga lo que diga, el de conseguir información contratando agentes, uniformados o no, pagados por el partido, por el montante de mordidas a cambio de algo, o con dinero de las arcas del Estado -poco importa y demostrado está-.
La sede del PP es la casa de Bernarda por no ceñirme a parte alguna del cuerpo que pudiera ser ofensiva para algunos. Un sindiós. Una cueva en la que se analizan y se estudian y se proyectan cuestiones que, a los propios barones del partido les debería dar que pensar y mucho. Casado no es el líder que necesita la derecha española, ni mucho menos. Y a pesar de los vientos, que en principio les son favorables, la camarilla que parece tener a su redor y por la que se deja llevar, puede que, en vez de a la Moncloa, lo lleve al sumidero de la Historia. Veremos a ver en qué queda este asunto del espionaje a Isabel Díaz Ayuso y a sus familiares.
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