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No es necesario esa costumbre tan nuestra de solicitar la petición de perdón divino o social a todo aquel que comete un error. Basta con reconocerlo y dejar pasar el tiempo hasta cometer el siguiente. Con eso es más que suficiente. Eso debería hacerse una vez que están a punto de cumplirse cuatro años de la sarta de barbaridades que se dijeron contra el Puerto de Huelva cuando cometió la felonía -según algunos- de solicitar la gestión de una plataforma ferroviaria en el paraje sevillano de Majarabique. La consejera de Fomento, Marifrán Carazo, aprovechó su más que productiva participación en una jornada técnica organizada por Huelva Información en las Cocheras de las instalaciones portuarias onubenses, para hacer un llamamiento a "cerrar heridas" en la presentación de los planes que el Ejecutivo andaluz tiene para reurbanizar un entorno estratégico.
Es en ese plan cuando la terminal ferroviaria que gestiona la Autoridad Portuaria, adquiere todo su sentido. Sin ella, todo lo que se haga en la misma, carece de la posibilidad de desarrollar un entorno privilegiado para el desarrollo de la logística, sin duda una de las actividades que están llamadas a ser uno de las que nos saque de la parálisis económica en la que vivimos desde hace mucho tiempo. Cuando en su momento se dijo que "por primera vez el Puerto de Huelva entiende lo que significan las modernas cadenas de transporte en su totalidad como una estrategia global", se escucharon presiones y llamamientos a expulsar a Huelva de un lugar que algunos consideraban de su propiedad. Las actuaciones fueron complicadas de entender después de que simplemente los responsables portuarios onubenses esgrimieran la legalidad de su actuación, el escrupuloso respeto a los métodos para conseguir la adjudicación (se hizo con pleno conocimiento de la Junta de Andalucía y de los responsables portuarios de Sevilla) y la pretensión de generar riqueza y empleo, no sólo en los límites de la provincia de Huelva, sino en una actuación que -tal y como se dijo en su momento- iba a ser positiva para toda la comunidad autónoma.
Tenían toda la razón. Alguien debería estar profundamente avergonzado por su actuación hace cuatro años y deberían reconocerlo de inmediato. Majarabique no fue una invasión onubense en parte alguna y sólo hay que echar un vistazo al estado general de nuestras infraestructuras más básicas (luz, energía eléctrica, ferrocarril y carreteras) para convencerse de lo absurdo de esa idea. El Puerto de Huelva hizo lo que debía hacer y como debía hacerlo. Se ha convertido en uno de los motores de la economía onubense y andaluza y todo comenzó con una decisión valiente a pesar de los miopes ataques recibidos.
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