La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Primero vivir

Ante tanta muerte y sufrimiento, y un horizonte negro, la producción de cultura debe aguardar

Van quienes se tienen por "la cultura" y se alzan indignados contra estas palabras del ministro del ramo: "Hoy toca pensar en los enfermos, en salvarles la vida y en parar el virus. Y cuando lo consigamos haremos todo para reactivar la cultura. Porque, como dijo Orson Welles, primero va la vida y luego el cine, aunque la vida sin el cine y la cultura tiene poco sentido… Llegará el momento en que tendremos que reimpulsar la cultura y eso será cuando estemos en una situación sanitaria que nos lo permita". ¡Las cosas que le han dicho! ¡La amenaza de apagón cultural que le ha obligado a dar marcha atrás! Un cabreo mayor porque gobiernan "los suyos", esa izquierda que se cree depositaria de los tesoros de la cultura y los dones de la creatividad, por lo que le reprocha al ministro: et tu, Brute? Pero, ya que estamos con latines, lo que ha dicho es aquello de primum vivere deinde philosophari. Y en tiempos de 17.489 muertos y sanitarios infectados porque carecen de medios, toca esperar.

Hay símbolos poderosos de resistencia cultural en tiempos duros. El gran helenista Segalá y Estaella traduciendo a los clásicos durante la guerra hasta que el bombardeo de Barcelona acabó con su vida en 1938. Levi recitando El canto de Ulises en el campo de exterminio. Casals grabando las suites para violonchelo de Bach en Londres durante la Guerra Civil. "Todas las mañanas a lo largo de estos últimos ochenta años -dijo- las he comenzado del mismo modo: me dirijo al piano e interpreto dos preludios y fugas de Bach. Es como un acto de bendición… El siempre renovado redescubrimiento de un mundo al cual me alegra pertenecer… Rebosante de la conciencia de topar aquí con el milagro de la vida misma, experimento con asombro lo casi increíble: ser un hombre".

Sobre la importancia de la cultura en nuestras vidas no tengo duda: le he dedicado la mía personal y profesionalmente. Sé cuanto debo a Bach, Brahms o Gershwin estos días amargos. Pero no debería repetirse lo que Cernuda anotó el 12 de octubre de 1934: "Hoy he paseado por Madrid. La revolución, que no llegó a serlo, está acabada. (…) Ahora, a enterrar los muertos, sin que se ponga bien en evidencia que los hubo y cuántos fueron y por qué murieron. Las gentes acuden con fervor a cines y teatros… Sólo hay esos muertos desconocidos entre los días pasados y estos. Y nadie parece darse cuenta de que faltan en medio de nosotros".

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