Pobre salud mental

Nadie es invulnerable por completo a que alguna vez le sobrevenga algún trastorno mental

El calendario está cargado de fechas dedicadas a algún tema; si bien, la mayoría pasan desapercibidas o tienen poca transcendencia mediática o social, lo que no resta importancia al asunto del que se trata pero, eso sí, hace evidente la desidia que suscita. Si no fuera por las típicas mesas petitorias que montan asociaciones relacionadas, no se caería en la cuenta de lo que se celebra, reivindica o se pretende que se tome conciencia. Ayer, 10 de octubre, le tocó el turno a la salud mental y, salvo con honrosas excepciones, es evidente que su proyección fue más bien escasa. En este aspecto, merecería la pena indagar de manera empírica el por qué, dada su relevancia para la estabilidad personal, la manera de afrontar las adversidades y la consecución de una vida satisfactoria. Esa desatención resulta curiosa porque son muchas las personas que sufren trastornos mentales o de la personalidad en todo el mundo -bastante de ellas sin una atención psicológica que les proporcione alivio o que les permita hacer desaparecer su padecimiento- y porque, además, todos podemos pasar por etapas en las que los suframos. Nadie es invulnerable por completo a que alguna vez nos sobrevengan, ni a los leves ni a los graves; todo dependerá de las circunstancias, ambientes y condiciones que se conciten en la vida de cualquier persona. Vivimos en tiempos de incertidumbres, de fuertes presiones y amenazas, de violencias y acosos, sin que tengamos siempre las mejores herramientas para manejarnos, sobrepasándonos las situaciones, y lo peor llega cuando reiteradamente pensamos o constatamos que tenemos una absoluta ausencia de control sobre los acontecimientos que nos repercuten más directamente. En este escenario, aumenta el riesgo de que se altere nuestro equilibrio y nos aparezca algún trastorno psicológico. Por eso, no son de extrañar los datos ofrecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), como son el que la mortalidad por suicidio es superior a la total que se produce por guerras u homicidios, o que cada 40 segundos se suicida una persona, alcanzando la cifra anual de 800.000. Sin embargo, ni los poderes públicos, ni las instituciones o empresas encaran los problemas de salud mental con suficiente interés. Es más, no es infrecuente que se los sacudan, obviando su obligación legal o moral de solventarlos, paliarlos o prevenirlos, buscándose todo tipo de argumentos justificativos de su dejadez o rechazo de abordarlos, para acabar estigmatizando a las personas afectadas.

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