Pérdida de confianza

Entre lo acumulado de antes y el episodio con Delcy Rodríguez es imposible confiar en el Gobierno

Las relaciones entre dos personas se enfrían o rompen cuando, al menos, una de ellas pierde la confianza en la otra, aunque esto también pueda darse por ambas partes. La pérdida puede surgir, entre otras cosas y como cualquiera puede adivinar, porque el que sea no hace nunca lo que se considera que procede o es oportuno, o bien porque reiteradamente hace uso de ocultaciones, medias verdades o mentiras completas. Compartir la vida con alguien que te la juega cada vez que le apetezca, pasa por alto lo que le digas o con quien no te fías por falta de sinceridad es indeseable. Por eso, la ruptura y la desvinculación, cuando son posible, es una buena opción porque, al menos, te facilita el que te sientas tranquilo o el que aumente tu autoestima. Según las circunstancias, por supuesto, cabe dar alguna oportunidad de redención pues, a veces, dan resultado y se inicia un camino mejor. Lo malo es que hay gente que ni aprende ni nunca tiene intención de cambiar y que de lo único que se preocupa es de salir airosa de la situación incómoda en la que se encuentra para, cuando le venga en gana, volver a las andadas; y eso nos obliga a no ser ingenuos y a mostrarnos firmes en las decisiones que hayamos tomado para acabar con el problema. Más allá de lo individual o de lo interpersonal, lo mismo se puede afirmar si nos referimos a grupos o instituciones de cualquier carácter. Social o políticamente hablando, también es indeseable que no podamos confiar, por razones como las aludidas u otras, en una ONG, empresa, ayuntamiento o gobierno de turno. Pues bien, esa es la realidad existente con Pedro Sánchez, máximo representante del Ejecutivo español. Desde que asomó la patita en el mundo político no ha parado de decir una cosa y la contraria, de tal forma que no hay garantía en sus palabras, promesas o aseveraciones, pues no es que se las lleve el viento es que desaparecen sin más después de haberlas verbalizado, como por arte de magia. Además, se ha reunido de un equipo que se mueve en la misma órbita. Así, Carmen Calvo, la vicepresidenta, ejecuta el papel de justificadora absoluta de todos sus vaivenes, desafueros y errores. ¿Y qué decir del ministro Ábalos, el muñidor de los mismos? ¡Cuántas versiones de su encuentro con la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez, para ocultar la verdad! ¡Qué quieren taparnos! Entre lo acumulado de antes y este burdo episodio es imposible la confianza en el Gobierno actual. Por desgracia, de momento, tendremos que aguantarnos.

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