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EL descubrimiento del Pacífico (Mar del Sur) supuso para España una expansión geoestratégica más allá de América. Sin embargo, la dimensión de la aventura americana ha eclipsado aquellos descubrimientos y exploraciones que convirtió al mayor océano de la tierra en el lago español. La actual exposición Pacífico. España y la aventura de la Mar del Sur, en el Museo Provincial de Huelva, rememora una hazaña en la que los marinos onubenses tuvieron gran protagonismo.
La aventura en la primera expedición de Colón, con tres buques de Palos de la Frontera, repletos de hombres de la costa onubense reclutados por los hermanos Pinzón, empresarios de la época, iba a tener continuidad durante cuatro siglos. La barrera que supuso encontrarse con un continente desconocido -América- no amilanó a aquellos hombres que siguieron escudriñando una ruta que los dirigiese hacia las costas de Asia en busca de las islas de la especiería.
Hace exactamente quinientos años -1514- que Vicente Yáñez Pinzón murió cuando estaba embarcado en la búsqueda de un paso marítimo que lo llevase a las aguas descubiertas unos meses antes por Núñez de Balboa, natural de la localidad de Jerez de los Caballeros, quien había pasado por Huelva antes de embarcarse hacia las Américas. El punto desde el que avistó el Pacífico estaba al sur del punto de partida, de ahí tan poético nombre. Instalado en el Darién (Panamá) instigó y anuló a sus rivales y fue nombrado gobernador del territorio por Diego Colón, a su vez gobernador de La Española. Terminó siendo ajusticiado cinco años más tarde, sin saber que su descubrimiento del Pacífico sirvió para abrir rutas insospechadas: al norte, el descubrimiento de la costa oeste norteamericana; en derechura, todo el prometedor Pacífico, con su largo etcétera de islas, y hacia el sur el dorado imperio Inca.
Fue a la expedición de Magallanes a la que le correspondió encontrar el paso al sur del continente por el Estrecho que hoy lleva su nombre. Y a Elcano, uno de sus capitanes, circunnavegar la tierra en un derrotero atrevido e innovador, por el que se demostró definitivamente la esfericidad del planeta. A partir de ahí, nuevas estelas españolas surcaron el Océano con las expediciones de García Jofre de Loaysa, Álvaro de Saavedra, Hernando de Grijalba, Ruy López de Villalobos (el dio nombre a las Felipinas), Álvaro de Mendaña con su esposa Isabel Barreto, primera almirante de la mar oceana, Quirós y tantos otros que se adentraron en un mar desconocido por el que descubrieron numerosas islas: Filipinas (más de siete mil islas), Marianas, Carolinas, Palaos, Marshall, Revillagigedo, Salomón, Marquesas, Gilbert, Tuamoutu, Nueva Guinea, Nuevas Hebridas y hasta (posiblemente) las Haway y Australia. Hay que indicar que Las Molucas, Macao, Goa, Java, Singapur, Borneo y hasta Taiwan (Formosa) también pertenecieron a España, tras la unidad ibérica con Felipe II. El rey dejó muy claro que "deberán arribar en cuantas islas estén bajo la jurisdicción española con un sentido meramente evangelizador, entregarán objetos a caciques y régulos con cartas personales y procurarán establecerse dentro de la mayor armonía y amistad". Es más, una vez descubierta Filipinas, el rey antes de morir mandó hacer un plebiscito preguntando a los filipinos si querían integrarse en España. Fue la primera consulta popular de este tipo que se hizo en el mundo. Sin embargo, la escasa población española (8 millones en el siglo XVI) impidió que se colonizasen la mayoría de islas descubiertas, si bien en aquellos momentos los españoles fueron los dueños de tan misterioso mar.
A Fray Andrés de Urdaneta se le debe el descubrimiento del tornaviaje, ya que durante años fueron muchas las naves que se perdieron al intentar regresar a América, al impedir los vientos y las corrientes aquel retorno, hasta que el fraile/marino decidió elevarse sobre el Pacífico para dejarse caer hasta Acapulco, lo que facilitó que durante 250 años se habilitase la denominada ruta de los Galeones (de Manila, o de Acapulco, o de China, que de todas estas formas se la llamó) por el que Asia y Europa entraron en conexión a través de América. Pero un hecho muy desconocido en la historiografía es el descubrimiento por la expedición de Quirós, un Don Quijote del Océano, de la Quarta Pars Incognita, Australia. El 14 de mayo de 1606, Pedro Fernández de Quirós, tomó posesión de la Tierra Austral hasta el Polo Sur (sic) en el nombre de Dios y en el de España, bautizándola como Austrialia: "Por felice memoria de VM y por el apellido de Austria, le di por nombre a aquella tierra la Austrialia del Espíritu Santo porque en su mismo día tomé posesión de ella". Su segundo oficial, Váez de Torres (1606) partió de esta isla hasta divisar la Península de York (Queensland-Australia) cuyo Estrecho que la separa de Nueva Guinea lleva hoy su nombre. Felipe III pidió secreto sobre las tierras descubiertas, pero los acontecimientos desbordarían la historia. Sucedía 164 años antes de que James Cook con el Endeavour (1770) llegara a la costa oriental de Australia, en lo que llamó Nueva Gales del Sur. Cook para su travesía se había documentado con los memoriales robados de los descubrimientos españoles.
Otro británico, el escritor R. L. Stevenson, ya en el siglo XIX, coincidiendo con el fin de la presencia española en el Pacífico rescató el primigenio nombre español de aquel océano titulando su obra En los Mares del Sur. Hoy la presencia española es casi testimonial, cuando aún existen archipiélagos bajo soberanía inglesa, francesa o norteamericana, tras la rapiña de aquellos descubrimientos españoles. Sin embargo, una serie de islas identificadas como Uluth (Makenzie), Guedes, Coroa, Pescadores, Carteret, Indiana, Monteverde o los atolones de Acea podrían conformar legalmente la Micronesia española, ya que no entraron ni en el Tratado con los Estados Unidos de 1898, ni en el de venta a Alemania del año siguiente. En 1949, el Gobierno español emitió una nota que textualmente decía: "Estos derechos subsisten plenamente y como, en el momento actual, todos esos territorios se hallan en régimen de fideicomiso, es oportuno recordar la posesión española, sin perjuicio de volver sobre el asunto, según lo demande la conveniencia nacional, cuando internacionalmente se decida sobre esa cuestión".
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