La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

El PSOE se centra 10 meses después

JUAN Cornejo, secretario de Organización del PSOE andaluz y antiguo alcalde de Medina Sidonia, fue el primer dirigente socialista que lanzó la palabra prohibida. A la abstención la llamó abstención, por orden de Susana, y con ello dio el pistoletazo de salida para el desenlace del psicodrama que vivió este partido en el último Comité Federal. Será en otro Comité, hoy, cuando una aplastante mayoría acordará abstenerse en la investidura de Rajoy, renegando del acuerdo unánime de diciembre pasado (no es no).

Dejando aparte lo que han supuesto para España, los diez meses malbaratados por el PSOE antes de llegar a la conclusión más razonable de los resultados electorales del 20-D -si no hay mayoría alternativa, que gobierne en minoría el partido más votado- lo son por partida triple. No sólo por el derroche de tiempo empleado en convencerse de que los electores lo habían enviado a la oposición -y todavía más en las elecciones de junio-, sino porque en esos diez meses el socialismo ha afrontado su más grave crisis de liderazgo de los últimos tiempos y ha tenido que acometerla en las peores condiciones y con las peores formas.

También porque la tardanza en asumir colectivamente la realidad de la derrota y la insignificancia de Pedro Sánchez le hace llegar, al PSOE, a la abstención en favor de Rajoy (en segunda votación, o cuarta si se incluyen las dos de agosto) sin obtener nada a cambio. Una abstención gratuita. Piénsese lo distintas que serían las cosas si en diciembre o en agosto el PSOE hubiera abierto negociaciones con un PP predispuesto por pura necesidad y exigido un bloque de medidas sociales y regeneradoras como condición para abstenerse. Las habría conseguido de calle y podría presumir de ser líder de una oposición útil a los ciudadanos. Más útil que Podemos, que ha sido la auténtica obsesión que explica buena parte de los errores de Pedro Sánchez.

Por último, la demora en hacer frente al pedrismo por el miedo a una militancia previamente dogmatizada ha traído otra consecuencia negativa: el enrocamiento de un reducido grupo de diputados que se dicen decididos a desobedecer el acuerdo del Comité Federal de hoy. Lo malo es que entre este grupo de irredentos se encuentran los siete diputados del PS de Cataluña, con el danzarín Iceta a la cabeza. No hay más socialistas catalanes en el Congreso. Claro que el PSC ha dejado de ser relevante para el socialismo español desde que abrazó el nacionalismo.

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