Un amigo tuitea "nieva en Madrid, España bloqueada". Parafrasea el dicho británico "niebla en el Canal, el continente aislado", aunque aquí con un sistema radial de transportes tan arcaico tenga más sentido el aserto. Otra cosa es el tratamiento informativo: si hay algo que comparte el resto de España, por encima de ideología, edad, género o clase social es una cierta irritación de que Madrid sea el ombligo del país. Resulta que la nevada del siglo ha sido en la capital del reino y no en media piel de toro. Para la prensa capitalina España se termina en la M-30. Podrían replicarnos que también Francia acaba en el périphérique de París. Pero no. Para los medios nacionales galos, por poner un ejemplo que nos toca de cerca, hay asuntos trascendentales del hexágono como su agricultura que aquí son material ligero.

Esta visión ombliguista de Madrid nos la retrató hace poco su sin par presidenta Ayuso. "Madrid es España dentro de España. No es de nadie porque es de todos. Tratar a Madrid como al resto de comunidades es muy injusto". En resumen, Madrid es más. La traducción es que todos los españoles tenemos una cuota de Madrid que soportar, disfrutar y financiar. Los museos nacionales, las orquestas, los medios públicos tienen su sede y actividad principal en la capital. Las grandes empresas multinacionales o españolas que operan en todo el país liquidan sus beneficios fiscales allí. Y el concepto radial de las comunicaciones nos recuerda que con la meseta cerrada, la salida de ferrocarril de Andalucía hacia Levante por Granada y Baza hasta el empalme de Almendricos se cerró en los años 80 tras el inicio de la autonomía.

El temporal nos separa de la meseta, pero nos une aquí abajo. Levantemos acta de que ha nevado en toda Andalucía; en las provincias de Cádiz, Málaga, Granada, Jaén o Almería, y hay anuncios en las sierras de Huelva, Sevilla y Córdoba. Ayer, tras un día anterior terrible, lleno de incidencias e incluso dos muertes que lamentar, en Málaga hacía un tiempo espléndido y un sol estimulante. Algo así debió sentir Noé al salir de su arca, aunque el Génesis no habla del sol. Ahora, en la cultura contemporánea prima la ostentación y convertimos el diluvio en un espectáculo mediático. Hemos copiado de la televisión americana los directos desde la nieve, que a veces convierten en blancas estatuas a las reporteras. (Sí, reporteras, porque casi todas las valientes que se arriesgan bajo cero son mujeres). Estos alardes de exhibición de las cadenas son en su mayor parte innecesarios y a veces peligrosos.

Esta tremenda borrasca no la suaviza ni su nombre clásico. Ojalá nos traiga una metamorfosis como en la fábula de Ovidio. En todo caso, sin esperar golondrinas y ruiseñores, mi amigo diría que buena es la nieve si en enero viene.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios