tiempo de academia

Sixto Romero Sánchez

Presidente de la Academia Iberoamericana de la Rábida

¿Necesaria y definitiva ruptura?

En junio pasado hacía una reflexión, en esta misma sección acerca de la Calidad de la Democracia ante la pandemia, y en su análisis me planteaba varias cuestiones sobre la misma en nuestro país y si ha estado y está, a la altura de las democracias democráticas de verdad: ¿Qué es una democracia de verdad? ¿Existe una democracia en la actualidad, en algún país en la que podamos fijar nuestros objetivos de futuro? ¿Es la Europa actual un modelo de convivencia a seguir, a tenor de su reacción ante la presencia del coronavirus?...

Estas y otras preguntas me lleva humildemente a preguntarme de nuevo, después de la vuelta a la tan esperada y cacareada nueva normalidad, si no es una buena oportunidad para realizar un balance actual sobre la calidad de la democracia en nuestro país y también en la comunidad autónoma, en manos de políticos que parece que se les ha roto la brújula del compromiso, la seriedad, la obligación, la responsabilidad y el rigor (¡conceptos olvidados y sustituidos por el ansia de poder y mantenimiento del sillón a cualquier precio, incluso a costa del sufrimiento del ciudadano llano que lo que quiere, cumpliendo con su deber social ampliamente constatado en más de ciento ochenta días de confinamiento, es vivir en paz y con las garantías necesarias que debe ofrecer una democracia de calidad!) que exige una gobernanza seria y no una administración patatera como la están ofreciendo en los niveles, estatal y autonómico, de la que no podemos sentirnos satisfechos. ¡Los niveles provincial y local son harina de otro costal!

Soy de los convencidos que la política es necesaria, pero, salvo honrosas excepciones, ¿es hora de romper definitivamente con "estos políticos irresponsables"? ¿De qué manera? Un ejemplo: el pasado lunes, con la inhabilitación del presidente de la Generalidad, se pone de manifiesto, una vez más, "la seriedad de la política catalana": Pujol y Más imputados, el valiente Puigdemont huido de la justicia, y ahora su testaferro, Joaquín Torra, que ha actuado durante años como un agitador dedicado a alimentar el odio contra los españoles y contra los millones de catalanes que tienen el español como lengua materna y no comulgan con el independentismo.

Nuestra sociedad ha demostrado una alta madurez en los meses precedentes y guiada, tal vez, por decisiones inoportunas y tomadas a la ligera, han conducido a comportamientos irresponsables de algunos, ¿o tal vez de muchos? que está provocando una nueva escalada de la pandemia y ¿un ulterior confinamiento, no deseado?

Estaba convencido, no sé si en estos momentos lo estoy, que nuestra ciudadanía está cada vez más educada gracias a su compromiso y la aceptación de creer en la esperanza de la puesta en marcha de políticas públicas desde hace mucho tiempo que han enfatizado la escolaridad obligatoria y universal, el nacimiento y creación de nuevas universidades que han aumentado la cobertura en la educación superior. Sin embargo, coincido con los apuntes de Ernesto Talvi, economista y expolítico uruguayo cuando afirma que el auge económico de la última década ha disimulado los diferentes, dispersos, inadecuados y poco efectivos sistemas educativos en nuestro país, lo mismo que sucede en la mayoría de los países de Iberoamérica. "…Esta deficiencia socava las perspectivas económicas a largo plazo, la estabilidad social, la lucha contra la pobreza y la inclusión social, …" (sic).

En términos de rigor, al valorar las democracias occidentales se evidencian los grandes déficits que van apareciendo y que algunos subsisten desde hace tiempo: crisis de representación, debilidad institucional, desigualdad, corrupción, estado de derecho con demasiadas debilidades, elevados niveles de inseguridad ciudadana, amenazas a la libertad de expresión, recorte de libertades que conduce a una justicia injusta… ¿Esto nos debe conducir a la ruptura con la clase política?

Más que nunca, la gobernanza en España, en todos los niveles, no da la cara con firmeza y solidez ante los ciudadanos. Estamos hartos de estar hartos de aguantar falsas promesas que cada día cambian de dirección, atendiendo dócilmente a los designios de la brújula del compromiso en manos de irresponsables. Están consiguiendo romper la calidad de un proceso democrático que ha costado mucho sudor y lágrimas.

Una mirada desde la calidad de la democracia, me reafirma en la necesidad de la ruptura, inicialmente al menos emocional, con la clase política y me obliga: a) en primer lugar a denunciar el constante incumplimiento del compromiso, con los votantes en cuanto al programa electoral se refiere, que no tenga ningún valor al día siguiente de las elecciones, ejemplos podemos poner, pasó con Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy, y ahora con Pedro Sánchez; b) y en segundo lugar a examinar, a lo largo del tiempo, cómo el entramado institucional (sucede en todos los países no solo en España) satisface o no los principios democráticos, entre otros la libertad y la igualdad de los ciudadanos. Esto implica que los Estados deben establecer una relación adecuada entre la producción de la riqueza, basada en el crecimiento económico y la distribución equitativa de la misma. El cumplimiento de tales criterios está en cómo se percibe la percepción de cercanía y receptividad hacia la sociedad civil, sin la cual la amenaza del autoritarismo o el populismo está latente. ¡A las pruebas me r0emito!

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