El Malacate

Javier Ronchel

jaronchel@huelvainformacion.es

Los nubarrones que vienen a Huelva

La sequía actual amenaza gravemente la supervivencia del sector hortofrutícola onubense, más por la falta de infraestructuras para asegurar los recursos que por la ausencia de lluvias

Los nubarrones que vienen

Los nubarrones que vienen / Alberto Domínguez

Los vecinos de Cumbres Mayores sufren desde este viernes restricciones de agua más severas que las que ya soportaban desde el verano. Hay otras siete localidades de la Sierra que se encuentran en situación parecida, y una de ellas, Santa Olalla del Cala, la prolonga desde hace casi un año y medio.

Detrás de este obligado recorte del suministro, impropio del siglo XXI que vivimos, está la sequía, la falta de lluvia, fuente de agua para consumo de la población que, en este caso, me apuntaban estos días, pagan también las consecuencias de ser pocos, dispersos y alejados. Muy diferente sería la historia, me decían, si los afectados fueran de la capital o de los grandes municipios de la costa.

La situación que se vive en la comarca serrana es un anticipo de lo que podría llegar a buena parte del territorio onubense si la falta de lluvia se prolonga en el tiempo lo que resta de otoño y en el invierno. Y peor aún que eso, por cuanto supondrá económicamente para toda la provincia, es una mínima expresión de lo que ya se viene padeciendo entre la agricultura y la ganadería en Huelva, que anuncian una merma muy considerable en la temporada actual, catastrófica la siguiente. Y no todo depende ahora de que caiga agua del cielo.

Lo peor en esto es que lo de la sequía no es nuevo. Más aún en los tiempos de cambio climático que nos toca ahora vivir, tan lejanos que parecían y tan encima ya para alterar la existencia que conocíamos. Algo tiene que ver en los más de 20 grados que llevamos soportando en Huelva los dos últimos días, aún sin desprendernos de las mangas cortas por más que el alumbrado navideño ilumine ya las noches en la ciudad. Calor, sin agua de lluvia y sin agua en los pocos embalses que hay, que esa sí que no está al arbitrio de las nubes.

Esto de la sequía es como la recesión económica cuando llega: Huelva la sufre mucho más por un problema estructural consecuencia de la dejadez y el abandono al que tienen sometida la provincia quienes cuentan con capacidad, competencias y obligación de corregir el déficit ya existente.

Hay una falta evidente de consideración a esta tierra que le impide, más que desarrollarse, seguir el paso de los demás vecinos de país y comunidad. De resistir al menos los reveses que llegan de forma más o menos cíclica, más contundentes donde ni siquiera hay soporte para acompasar el ritmo de los tiempos.

Necesidad de agua y sequía

Mucho venimos hablando de la necesidad de agua de la agricultura onubense. Muchos años llevamos de proyectos y promesas incumplidas, de trasvases aprobados que no se ejecutan, de presas que fueron abandonadas y olvidadas en plena construcción, de redes y conducciones que adecentarían el consumo doméstico y que se relegan entre una burocracia política y absurda, muy lejana para quienes sólo esperan ver agua cuando abren su grifo. Incluso en tiempos de sequía. Precisamente en una de las provincias con mejor pluviometría de la mitad sur peninsular, históricamente ajena a las carencias de años atrás, hasta dadivosa con los vecinos, como hizo a mitad de los 90 con aquellos barcos cisterna cargados en el Muelle de Tharsis para llevar millones de litros de agua a Cádiz.

Ahora estamos en otra. Será el cambio climático o el lastre de la perpetua ignorancia de la Administración. La realidad habla de que el sector agropecuario onubense, muy especialmente el hortofrutícola, sufre sus primeras restricciones sin una explicación decente. Y con consecuencias directas estos meses en la producción y en el empleo de una provincia que no puede permitirse baches entre sus escasas fuentes de riqueza.

Y a la merma de este año seguirá la debacle del próximo. En la fresa y los frutos rojos, por supuesto, y sobre todo en los cultivos leñosos, en los frutales que habían contribuido a calificar esta provincia como “la California europea”, y que serán arrancados en miles de hectáreas por la ruina que supondrá la falta del recurso más valioso.

Los regantes han dado la alerta. El viernes lo hicieron en la jornada técnica organizada por este periódico y celebrada en la Fundación Caja Rural del Sur. La gestión del agua en tiempos de sequía es un tema candente. Y más por la escasez de infraestructuras que por la de lluvia, que permitirían hacer frente a un momento como éste en posición ventajosa. Esas mismas infraestructuras que favorecerían el desarrollo y crecimiento, más que la supervivencia de un sector que lleva años en Huelva a la vanguardia internacional en investigación e innovación para la eficiencia de los recursos hídricos y energéticos en los cultivos. Los productores han dejado claro que son los primeros en apreciar el valor del agua. Y también la guerra en Ucrania, y antes la pandemia, ha mostrado la importancia de tener un potente sector primario que, como el energético, no dependa de terceros países.

Se habla ahora de posibles soluciones paliativas para hacer frente a la situación extraordinaria de sequía que tenemos encima. Quizá recurrir al mar, aun con los costes adicionales que ello supondría. Triste salida obligada pese a los datos históricos de una provincia que debería disponer de recursos sobrados en el interior sin mirar al Atlántico.

La sequía aprieta y puede asestar un golpe mortal al desarrollo de una agricultura que tendría que crecer sin complejos en la provincia. De un modo ordenado y coherente, sin duda, y con una unidad que debe proporcionarle la fortaleza que ya debería exhibir después de tantos años. La necesaria también para exigir que se ataje un problema estructural que da la cara ahora que las nubes no acompañan y la competencia de países vecinos se frota las manos por ver a Huelva abandonada a su suerte. Vienen nubarrones y no de lluvia precisamente.

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