Juan Ramón difamado

"Zenobia Camprubí sostiene el árbol de Juan Ramón Jiménez con el riego de su inagotable ternura"

Me han dicho que Juan Ramón Jiménez no permitió que Zenobia, su esposa, fuera examinada por un médico, ya que en la exploración debería mostrarle zonas íntimas de su cuerpo, con lo que impidió el tratamiento del cáncer que sufría y que terminó con su vida", me cuenta mi amiga María cuando hablábamos de la próxima edición bilingüe español-guaraní de Platero y yo, proyecto promovido por la Asociación Cultural Iberoamericana junto a un grupo de entidades públicas y privadas onubenses. Manifiesta María su desolación ante la posibilidad de que fuera cierta la ruín forma de actuar de quien admira tanto como excelso poeta. Yo también muestro mi escepticismo en lo referente al presunto proceder de Juan Ramón. Además, si hubiera algo de verdad en el relato, Zenobia, mujer progresista, no lo hubiera consentido. Cuando le pregunto por la fuente de la noticia, no la puede precisar. Se trata, al parecer, de una de esas anécdotas que, pese a ser de más que dudosos origen y credibilidad, hacen fortuna y se propagan con la virulencia de una pandemia.

Yo recordaba haber leído en Huelva en los labios (Colección Enebro, Diputación de Huelva, 1997), del periodista Rafael Manzano, unos trabajos sobre Zenobia Camprubí. He vuelto a ellos, encontrando en uno, Zenobia en Malgrat los fragmentos que transcribo: "En 1951, instalado el matrimonio en Puerto Rico, siente Zenobia el fibroma canceroso ya detectado en sus días de Madrid. En Boston la opera el doctor Meigs"(…) "1954: agrava la enferma"(…) "En nueva intervención radiológica, esta vez el doctor Franceschi la deja maltratada físicamente. "Me han quemado bárbara y brutalmente. ¡Cuántas ilusiones se nos han venido abajo con esta enfermedad!". Vuelve a Boston, a la clínica del doctor Meigs. No la puede intervenir de nuevo: las quemaduras la han destrozado. Con enorme estoicismo, Zenobia escribe: "Le he preguntado que, si no me puede operar, cuánto cree tengo de vida: días, semanas, meses, años… Dijo: meses".

La maledicencia es algo de siempre, aunque hoy esté de moda como fake news o noticias falsas. En este caso el bulo es aún más despreciable considerando la devoción que el poeta profesaba por su esposa, que, como dice el propio Manzano, "sostiene el árbol de Juan Ramón con el riego de su inagotable ternura". Muerta Zenobia, el árbol se derrumba. Hoy descansan juntos en su añorado Moguer. Ningún miserable debe mancillar su memoria.

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