José Luis De La Rosa Reinero

Juan Ramón Jiménez y el trastorno mental

Este artículo lo escribo con la intención de tomar a Juan Ramón como referente para muchas personas y familiares de estas, que se encuentran inmersos en la vorágine del trastorno mental.

A veces se confunde a la persona que tiene un intelecto por encima de lo normal, con el que lo tiene por debajo, y no es así. En el caso de Juan Ramón, su intelecto estaba por encima de lo normal, era un genio en la literatura, en la que supo plasmar vivencias de su vida interior y exterior, con gran belleza artística en sus escritos. Como suele ocurrir con este tipo de personas, generalmente la sociedad que le rodea, no lo entienden, y si no encuentran un ambiente idóneo y comprensible, pueden terminar en una tristeza anímica, difícil de superar. Juan Ramón tuvo la suerte de encontrar personas que le animaron a seguir adelante, principalmente, el gran amor de su vida, su esposa Zenobia Camprubí Aymar, que, como persona relacionada con las letras, pudo ayudar enormemente a su marido en su trabajo con extraordinaria vocación y perfección.

Juan Ramón, a pesar de la tristeza que le acompañó gran parte de su vida, pudo encontrar la satisfacción años antes de morir, de haber encontrado la inmortalidad en literatura con la concesión del Nobel como insigne escritor.

Llegar a este nivel social no es fácil para personas con problemas psíquicos, por la cantidad de trabas que le pueden poner, pues desafortunadamente las personas que han sufrido estos temas les suelen cerrar las puertas en su caminar por la vida, atiborrarlas de medicinas y apartarlas de la vida social y laboral.

Puede que haya personas que no puedan avanzar mucho intelectualmente y no estén capacitadas para un trabajo de esta índole, pero Juan Ramón supo encontrar el trabajo que le gustaba y lo hizo con gran esmero y perfección.

Su obra literaria no solamente tiene el mérito por haber sido reconocida con el premio Nobel de Literatura, sino también es digna de mención porque llegó a la cumbre en vida y después de su muerte, una persona que por sus circunstancias psíquicas, estaba llamada a pasar inadvertida.

Adentrándome en su obra cumbre Platero y yo, el poeta narra un monólogo con el animal. Aquí se mezcla el realismo y el naturalismo contrastando con la sencillez y humildad de alguno de sus personajes relacionados con su pueblo natal.

En uno de los capítulos titulado El loco, narra lo siguiente: "Cuando yendo las viñas, cruzo las últimas calles… Los chiquillos… corren detrás de nosotros, chillando largamente: "¡El loco!, ¡El loco!, ¡El loco"… y quedan haya lejos, por las altas eras, unos agudos gritos, velados finalmente, entrecortados, jadeantes, aburridos; ¡El lo… co!".

La personalidad de Juan Ramón fue tan potente que superó fuertes agravios debido a su extraordinaria capacidad intelectiva.

Platero y yo ha sido traducido a múltiples idiomas, siendo considerada la tercera a nivel mundial en publicación, después de la Biblia y El Quijote.

Juan Ramón no era un loco en el amplio sentido de la palabra aunque tuviera trastornos depresivos y la incomprensión de personas poco inteligentes, lo considerarán como tal debido a su ignorancia.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios