En estos días vacacionales de Semana Santa, la izquierda de nuestro país se ha encontrado con una sorpresa y no precisamente grata a mi entender. Los recovecos de la política y los intereses creados, que conforman el puzzle integrado en el consejo de ministros actual, se han visto zarandeados por un tsunami de proporciones en principio inescrutables, tal que los caminos del Señor. Y esto no deja de ser una pesada cruz que veremos a ver de qué y de cuáles maneras se resuelven. Porque, el asunto anda enquistado y no poco.

Desde el pasado Domingo de Ramos, con la ausencia -anunciada- de Podemos al acto de presentación de la candidatura Sumar por parte de Yolanda Díaz, el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, se ha encontrado con el hecho consumado de que en dicho conciliábulo no hay ya dos partidos, no, sino cuatro. Lo que antes era una entente cordial formada por el PSOE e IU/Podemos para gobernar España, con la ayuda de socios externos en el Parlamento, ahora resulta que se ha multiplicado como el milagro de los panes y los peces, y se encuentra con que, en vez de dos partidos, que fueron los que firmaron un programa de gobierno en coalición, dicho consejo lo integran ahora al menos cuatro y bien diferenciados, cada cual con sus intereses: PSOE, Podemos, IU y Sumar. Y para más Inri, han de afrontar no sabemos si juntos o por separado, al menos en lo que atañe a los tres últimos, unas elecciones municipales y autonómicas, cuyo pistoletazo oficial de salida va a resonar en los oídos de todos ellos en breve, como un cañonazo imparable de consecuencias nada claras para la gobernanza de dichos territorios. Un maremagno.

Y el asunto no es para estar tranquilos en la izquierda, no. Ni mucho menos. La cerrazón de Podemos, intentando que Sumar pacte directamente con ellos una alianza estratégica, dejando fuera de dichas componendas a los quince partidos que se dieron cita en el acto mencionado, es un órdago de dimensiones pantagruélicas, hablando en términos culinarios, que no sabemos qué clase de guiso se podrá hacer con semejantes condimentos. Pero, en principio, mala compostura tiene el asunto, por los mimbres que se le están viendo al canasto. Porque, si después de todo, el acuerdo entre ambos se diera, los que romperían las costuras, serían los que estuvieron ese día, que vendrían a decir ahora, que qué pasa con lo suyo. Y mientras tanto, la derecha y la ultraderecha, dando palmas o rezando.

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