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Valle Coronado Vázquez

Académica de Númerode la Academia Iberoamericana de la Rábida. Doctora en Mwedicina

Impacto de las desigualdades sociales en la pandemia: una realidad invisible

Las desigualdades en salud son, cuanto menos, moralmente preocupantes. Desde hace algunos años, se está profundizando en las causas y los mecanismos que las producen para tratar de paliarlas. Pero, aunque siempre están presentes con frecuencia no se las reconoce, son realidades invisibles, quizás porque los propios afectados no conocen otras formas de vida y no ven una injusticia en que sus necesidades básicas no queden satisfechas y su salud esté en riesgo. Es la tragedia de la pobreza y, como era de esperar, también nos la hemos encontrado en esta pandemia.

Es ya conocido que la salud depende de muchos factores como la carga genética de cada individuo o los estilos de vida que cada uno elige libremente. Pero, hay una serie de elementos sociales y económicos que la determinan, como la posición que la persona ocupa en la sociedad, sus ingresos económicos, la educación o el tipo de trabajo que desempeña. Estos son los determinantes sociales de la salud, que condicionan la equidad en salud entendida como la ausencia de desigualdades injustas y evitables.

Aunque la pandemia de Covid-19 ha tenido una gran afectación en todos los países y todas las clases sociales, los estudios realizados demuestran la existencia de un gradiente entre ricos y pobres, donde los que disponen de menos recursos tienen una mayor morbimortalidad por la enfermedad. Esta interacción entre factores sociales y médicos ha llevado a considerar a la Covid-19 como una sindemia, un concepto acuñado por Merrill Singer en los años 90 cuando el SIDA se extendía entre las comunidades negras norteamericanas, y con él se hacía alusión a la concentración de enfermedades y a la interacción biológica y social.

A lo largo del tiempo las fuerzas económicas y políticas van sedimentando ciertas desigualdades sociales que disponen cómo se distribuye la salud y generan una sinergia entre las patologías y las formas de vida de las personas. Pero, el efecto sindémico implica también una retroalimentación positiva de forma que, por un lado, las inequidades aumentan el riesgo de Covid-19 y, por otro la misma enfermedad exacerba las desigualdades sociales a consecuencia de la pérdida de empleos y la reducción de los ingresos, lo que a su vez se traduce en la aparición de nuevas enfermedades y más pobreza.

Parece oportuno pensar que la mayoría de estas cuestiones dependen de las acciones políticas, razón por la cual se han venido en llamar determinantes políticos de la salud. A decir de Clare Bambra, la salud es política porque "está distribuida de manera desigual, muchos de sus determinantes dependen de la acción de gobierno y es una dimensión crítica de los derechos humanos y la ciudadanía". Es por lo que, con frecuencia, se esgrime una falta de voluntad política para hacer frente a los factores que influyen en la salud.

Las respuestas a estas situaciones requieren de unos valores éticos centrados en considerar la salud como un bien en sí mismo, despojándola de lo meramente instrumental y enfocándola desde una perspectiva holística, lejos del corsé que impone una visión naturalista que la limita a la ausencia de enfermedad. Además, para afrontarlas no solo se precisa de la disponibilidad de recursos económicos, sino también de políticas que conciencien de que es posible el cambio a otras formas de vida, porque ocurre que las personas se adaptan a estas pensando que son las únicas posibles. Son las llamadas preferencias adaptativas que, a juicio de Gustavo Pereira, están influenciadas por el contexto social. En su abordaje serán necesarias unas políticas públicas dirigidas a fortalecer las capacidades de las personas para que participen en las decisiones que afectan a su salud, en lugar de adoptar una actitud pasiva como meros receptores de servicios sanitarios y sociales. Porque, como ya es conocido, las comunidades con menos recursos tienen más dificultades para superar las crisis de cualquier naturaleza, y ello genera dolor y sufrimiento.

Bueno sería que todos, como sociedad, miremos a esas otras realidades porque, a decir de Byun-Chul Han, de no hacerlo corremos el riesgo de caer en una anestesia permanente.

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