Al igual de que estamos cambiando muchos conceptos deberíamos concienciarnos de que las ideologías ya no son lo que eran. Tal vez los mayores defensores de unas palabras que no se adaptan a la sociedad actual son los propios políticos y con ellos sus más ignorantes seguidores. Las redes sociales hacen mucho daño en este campo y mantienen vivas unas terminologías erróneas e imprecisas. Hablar hoy de derechas o de izquierdas es un error, ya que no existen desde un punto de vista ideológico, ni siquiera social. Cambiamos, y lo hacemos muy rápido, pero se vive anclado en el pasado, y el pasado, como los anuncios de colecciones de libros en televisión, han dado paso a los spots de colonias y perfumes. Siempre han existido los anuncios de perfumes, pero en estos momentos inundan todos los espacios publicitarios. Si el marketing funcionara oleríamos bien por la calle, en el metro o en el autobús, pero aún hay alguno que apesta.

Bolsonaro lanza su mensaje "Todo por Brasil", Trump mantiene vivo su lema de "EEUU por encima de todo", o Vox acude a todos sus actos con el emblema de España por bandera. Se defiende a una nación, a un pueblo, y los ciudadanos quieren sentirse representados. Los héroes han dado paso a las ideas. Los políticos tradicionales se desinflan sin libros y sin olor a colonias. Que El Quijote se tome como referencia de una nación lo hace posible su literatura, su buena literatura, no lo hacen sus hazañas.

La política tradicional, esa que erróneamente denominamos izquierda y derecha, ha fundamentado su culto en el odio. Y el odio no crea héroes, ni siquiera ideologías, tan solo genera violencia y fabrica monstruos. Es un error indicar que se está produciendo un auge de los populismos de extrema derecha, y también es un error clasificar que antes llegaron los populistas de extrema izquierda. El populismo como tal no existe, existe el resentimiento, el deseo de ser escuchado sin necesidad de escuchar, existe la justicia y la necesidad. Jugar a ser político es negativo, los resultados los tenemos a la vista de todos. Unos resultados que parecen no convencer a nadie ya que nadie está contento con nada. Y debemos estar contentos con nosotros mismos, con nuestro trabajo, con nuestra nación, con nuestros actos.

Tiremos todos los botes de perfumes. Aprendamos a escuchar y a ser escuchados, pero para ello deberíamos saber hablar y saber escribir. Y no dejarnos llevar por todo aquello que nos conduce al odio, aunque nos inciten a ello.

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