Luis Marquínez

Huelva: un ejemplo

Gabi hizo un discurso ordenado y valiente; una lección para su partido, una suerte para los ciudadanos

Gabriel Cruz y Pilar Miranda se abrazan en el pleno de constitución de la nueva Corporación de Huelva.
Gabriel Cruz y Pilar Miranda se abrazan en el pleno de constitución de la nueva Corporación de Huelva. / Alberto Domínguez

25 de junio 2023 - 03:05

Gabriel Cruz y Pilar Miranda se abrazan en el pleno de constitución de la nueva Corporación de Huelva.
Gabriel Cruz y Pilar Miranda se abrazan en el pleno de constitución de la nueva Corporación de Huelva. / Alberto Domínguez

Pasadas las elecciones y constituidos los Ayuntamientos podemos hacer ya una primera reflexión de lo más significativo que esos dos hechos han supuesto, al menos de inicio, para la política española.

El primero quizá sería el de la normalidad. Nuestra política, desde que apareció el nefasto Zapatero, empezó a transformarse en una pelea callejera de forma intencionada y preocupante.

La fórmula consistía en radicalizar el partido y tensionar la vida política enfrentando dos supuestos bloques de buenos contra malos, resucitando el fascismo, el franquismo y el guerracivilismo –los malos– y blanqueando el comunismo, el terrorismo y el separatismo –los buenos–, o sea el 36bis. Esta triste maniobra, perfeccionada después por Sánchez, se aprovechó de las crisis para nutrir con la lluvia de fondos europeos a unos aliados indeseables, y si a todo esto le unimos la elección de un elenco ministerial tan fidelizado como insolvente, podemos resumir en todo ello la causa del caos en la sociedad española, y consecuentemente, el resultado de las últimas elecciones: el bipartidismo sale reforzado y las bisagras oportunistas quedan oxidadas.

El segundo hecho es que se ha demostrado que el PSOE es mucho más que Sánchez, que aún existe el PSOE de la transición de tantos y tantos socialdemócratas con los que se ha podido debatir serenamente –sin poner a los muertos por delante– y consensuar e incluso colaborar en cuestiones importantes para los españoles. Esta base está ahí y ha conseguido no ser arrastrada en su totalidad por el vendaval antisanchista, que se ha llevado por delante probablemente a muchos alcaldes y concejales apreciados en sus circunscripciones. Pero Sánchez sigue, no admite su fracaso ni el daño causado a su organización y ahora lanza una campaña disparatada en pleno verano vacacional, para intentar conseguir que sólo vayan a votar los bienpagaos, menospreciando las energías de los españoles que van a ser imprescindibles para levantar de nuevo este gran país.

Todo esto se ha podido comprobar en el acto de constitución del Ayuntamiento de Huelva, y me explico: un Ayuntamiento que viene de dos mandatos de una corporación PSOE, que pueden considerarse resueltos con dignidad suficiente, y que ahora se renueva con una mayoría del PP y la práctica desaparición de las bisagras oxidadas. En este acto institucional solemne y bello a la vez, con una participación ciudadana rotunda e insólita, se desarrolló el protocolo que daba a los líderes de cada grupo la palabra en orden de menor a mayor, y ahora vamos a poner el foco en los dos mayores.

Gabi –ex alcalde socialista– hizo un discurso ordenado y valiente donde defendió su gestión de forma breve y sin estridencias, sin mencionar ningún punto de confrontación. Habló de Huelva, de su Huelva, y ofreció al grupo ganador su colaboración y una leal oposición cuando toque. No hubo barreras ideológicas, ni excusas de mal perdedor ni cuentos de la madre Celestina, como lo que acostumbra a hacer su jefe de filas constantemente. Una lección para su partido y una suerte para los ciudadanos.

El discurso final fue para la nueva alcaldesa del PP, mujer joven muy experimentada, solvente y primera en Huelva en alcanzar ese cargo. Un discurso bien construido, resumió, a modo de programa, sus anhelos, sus afanes y hasta sus sueños para una Huelva mejor que llegó a nombrar innumerables veces, terminando con un abrazo a su oponente que él recibió de buen grado. Otra lección política.

Estos detalles, junto con el escueto discurso de Vox que demostró que no se come a los niños crudos, que desgraciadamente no son habituales hoy día, son los que deben inspirar una nueva política de consenso adaptada a nuestros tiempos y circunstancias, pero siempre apartando los intereses personales frente a los generales, y para ello nos sobran los tipos ambiciosos, insolventes y maniqueos. Los españoles podemos echar a Sánchez el 23-J, pero no será suficiente si el PSOE no echa a Sánchez y se recupera la política sana. Y basta para ello con que nos fijemos todos en lo ocurrido en Huelva, un buen ejemplo para empezar a trabajar.

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