El Malacate

Javier Ronchel

jaronchel@huelvainformacion.es

Huelva, destino fantasma

La intensa semana de promoción onubense esta semana en Fitur es necesaria para evitar que las carencias que sufre la provincia acaben de anularla como destino turístico

La Plaza de las Monjas, sin visitantes durante el confinamiento por coronavirus.

La Plaza de las Monjas, sin visitantes durante el confinamiento por coronavirus. / Alberto Domínguez

Este domingo acaba la Feria Internacional de Turismo, Fitur, que es el segundo evento de estas características más importante del mundo. Esa dimensión que tiene y la potencial proyección que se presume para todos sus participantes, unida a la cercanía, en Madrid, la ha convertido con los años en una cita obligada para todos en España que quieran promocionarse como destino turístico ante el resto del país y el mundo. Las posibilidades son infinitas. Y eso hace que desde la zona turística más conocida y potente, hasta el municipio más pequeño y recóndito, quieran participar con la oportunidad de llevar todas las singularidades que puedan captar la atención de potenciales visitantes para el futuro. Quizá sobre decir que el mero hecho de la presencia no garantiza la llegada inmediata de turistas, pero seguro es que sólo el hecho de estar, y de buscar una mayor exposición exterior, les abre un mundo de opciones que a la larga dará sus frutos.

En uno de los países más visitados del mundo, como es España, la pelea por coger un trozo del pastel (un buen puñado de turistas) no es poca cosa. Lo mismo ocurre en Andalucía. Por eso, definir argumentos para diferenciarse del resto, aprender a captar la atención de extraños y convencerlos de su valor es un cometido del que pocos municipios se excluyen, conocedores, la mayoría, de que para que la prosperidad llegue, la riqueza debe venir de fuera, cuando no hay autosuficiencia por contar con medios que la generen dentro.

Y esa fórmula que aparentemente es tan sencilla, tampoco lo es, pero sí es la esperanza de los más necesitados, que sueñan con hacerla una fuente de ingresos que solucione buena parte de sus males.En esas andamos en Huelva, tierra de potencialidades, que podría ser un buen lema de campaña. Porque esta provincia tiene todo para ofrecer y disfrutar: clima, naturaleza, playa, gastronomía… Nos suena, ¿verdad? Pero más allá de esas etiquetas generalistas hay, realmente, mucho bueno, propio y único de lo que sentirnos orgullosos para exhibirlo fuera como invitación para compartirlo.

Todo esto es lo que lleva a una movilización masiva durante varios días, al menos entre miércoles y viernes, las jornadas destinadas a los profesionales, en las que esta semana una buena parte del mapa provincial se ha reproducido en el Ifema de Madrid.

Dicen quienes llevan yendo por allí unos años, que hace tiempo no se recuerda una representación de Huelva tan amplia, abundante y valiosa como la que se ha visto ahora en este 2024. Se habla de récord de actos y eventos, todos ellos, como decimos, para promocionarse y también aferrarse a cualquier opción de descubrirse ante cualquiera que antes no haya reparado en esta tierra o no la haya considerado entre sus preferencias de escapada o vacaciones. Y, ciertamente, la oferta presentada ha sido tan poderosa y abundante, que debería bastar para el éxito a lo largo de este año.

La competitividad entre iguales marca el turismo; el problema es cuando no hay igualdad

Pero como en esto se trata, antes que gustar, destacar entre el resto, la competitividad es un factor clave, como decimos. Hay que tener algo diferente al resto, o más y mejor que lo que ya tienen. Pura competencia en la que todo cuenta, y muchas veces no tanto el propio producto que se ofrece como las facilidades que lo acompañan. ¿Y a dónde nos lleva eso?

Ni llegar ni traer. Es el quid de la cuestión. Es la desventaja, el hándicap con el que parte la provincia de Huelva. Las dificultades de llegar para el viajero, las pocas opciones que tiene y las incomodidades entre las que dispone. De nada sirve presumir y ofrecerse como destino poco masificado porque quizá la respuesta a esa afluencia menor frente a otras provincias esté, precisamente, en la ausencia de una red de transporte y comunicación como la de esos otros destinos de similares características que tienen alfombra roja para sus visitantes.

Esto nos lleva a la reflexión que muchos hacen cuando llegan estas fechas. ¿Merece la pena el esfuerzo que se hace partiendo de esta enorme desventaja? Por supuesto que sí. Imaginemos cómo sería la cosa si no se hiciera, si el sector no se rebelara y luchara por superar las adversidades. Probablemente Huelva sería un páramo, un destino fantasma, una especie de sendero desconocido en el que sólo un puñado de gente transitaría casi en secreto los fines de semana.

A donde sí nos debe dirigir esto es a entender que Huelva sufre una evidente merma en comparación con otros destinos turísticos. Más que eso, a nuestra provincia le falta el mismo (o parecido) equipamiento que tienen otras, la mayoría en Andalucía y España, cercanas y lejanas. Y eso se traduce en un menor número de oportunidades, que es una escandalosa desventaja comparativa cuando hablamos de turismo, pero también de condiciones de vida de su población, si quiera para moverse, salir y volver. Y, por supuesto, para cualquier otro sector económico y social que pueda simplemente mantenerse o mejorar con un flujo continuo de personas.

La dignidad de los propios onubenses está en juego por la falta de infraestructuras

Estas graves carencias que sufrimos los onubenses son demandas de más de cien años (tanto dura, sí, ahí está la hemeroteca). Y en ningún caso con la aspiración de convertir esta provincia en un destino turístico masificado o de contar con lujosas infraestructuras propias de una megalomanía desmedida. Más bien se trata de que en esa competitividad que nos marca irremediablemente en nuestro derecho (y obligación) de crecer, no afrontemos la carrera veinte metros más atrás de la línea de salida en la que los demás se alinean. Y que los onubenses encontremos un poco de dignidad en los medios de que dispone, para dejar de ser, y sentirse, el hermano pequeño, pobre, desvalido y olvidado del mozatón de Zumosol.

Con los años se ha convertido en un soniquete, un ruido con el que hemos aprendido a convivir, con puntuales picos de indignación que se desvanecen enseguida para retomar la dormidera habitual. Pero debemos ser conscientes de que sin los mismos trenes que los demás, sin las mismas autovías, las mismas oportunidades de salir por todos los puntos cardinales, con aeropuerto, puentes, tranvías… Si no aspiramos al menos a equipararnos a quienes tenemos a nuestro alrededor, estaremos perdiendo el necesario amor propio y la dignidad como personas y como pueblo. Y Huelva tiene tanto bueno que no merece que nosotros mismos la tratemos así.

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