Hijos del agravio

"Discúlpenme si les digo que se pueden meter la concurrencia competitiva por donde les quepa. Todo lo que nos den es poco "

Lo que son las cosas. Hace una semana escribía aquí mismo sobre lo que iba a pasar con esto de quitarse las máscaras y, zas, nos sale el Gobierno quitándose la suya y diciéndonos que vale, que nos quiso mucho, que estuvo bien mientras duró y tal, pero que tenemos que apechugar con la dictadura de la 'concurrencia competitiva'. Que se acabó y que ya no habrá apoyo institucional (económico dicen que sí, pero ya veremos) del Ministerio de Cultura al veterano Festival de Cine Iberoamericano. A nuestro festival. Seguramente habrá quien caiga en la tentación de justificarlo. De decir (o pensar) que, hombre, cómo va a ser así, que tenemos que hacer como el resto de festivales, onde va, quién te crees que eres… Esas cosas que algunos andan ya soltando por ahí y que tendrían toda su lógica si no fuera por lo que chirría. Por lo que toca las narices, vaya, que ese sea siempre el argumento para quitar, pero nunca para dar.

Les cuento. Llevo un par de semanas leyendo reportajes, noticias y curiosidades sobre la Expo 92. Resulta que este año es el del 30 aniversario del acontecimiento y, ¿saben?, en Sevilla lo están celebrando (o recordando) por todo lo alto. Claro, allí se hizo de todo. La ciudad vivió una transformación sin precedentes que la acercó a las grandes capitales españolas, sin duda el lugar que merecía por su historia y del que había sido relegada durante siglos, como toda Andalucía. También lo celebran en Córdoba, lo de la Expo, porque aquello les trajo, de rebote, el AVE, que colocó a la ciudad en el mapa nacional y supuso un impresionante revulsivo turístico, urbanístico y por supuesto económico.

A nosotros nos tocó la Avenida de Andalucía y la fuente del burro.

Sin embargo, qué curioso, aquello del 92, como otras tantas cosas que fueron antes o que llegaron después, no fue por 'concurrencia competitiva', sino a dedo, y resulta que han pasado treinta años y seguimos esperando el AVE. Tampoco han llegado el desdoble del Túnel de San Silvestre ni la presa de Alcolea ni el trasvase del Condado ni el desdoble de la N-435 ni la conexión con la Ruta de la Plata ni los chares ni el tercer carril de la A-49 ni los accesos a la costa ni la mejora de la Huelva-Zafra ni por supuesto el aeropuerto. Por no llegar, no nos llega ni el Hospital Materno-Infantil, que nos lo quieren cambiar por una especie de consultorio, porque, dirán, seguro que estos de Huelva ni se enteran.

La verdad es que somos los hijos del agravio, del 'tú todavía no'. Las víctimas no de un maltrato sistemático, sino de algo mucho peor: del ninguneo histórico que nos lleva empujando desde hace décadas cada vez más a la periferia. Cada vez más lejos de todos los demás. Así que discúlpenme si les digo que se pueden meter la concurrencia competitiva por donde les quepa (ya saben), porque todo lo que nos den por la cara, por mucho que sea, es poco en comparación con lo muchísimo que nos deben.

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