Las dos orillas

José Joaquín León

Haidar y sus derivados

NO sé cómo terminará el caso de Aminatu Haidar, la activista saharaui que sigue en huelga de hambre, pero pase lo que pase hay que reconocerle el mérito. Una sola mujer, con una huelga de hambre, está descontrolando a dirigentes de varios países, en especial a los de España y Marruecos. Puede que el caso lo hayan montado entre Argelia y el Polisario, como dicen. Lo cierto es que ha movilizado a medio mundo.

En el caso de Aminatu se están viendo cosas que nunca se habían visto y que nunca imaginaríamos. Así los dirigentes de IU, que quieren la Tercera República, pidieron la mediación del Rey para permitir a Haidar el retorno al Sahara. Supongo que lo pidieron para que le saliera mal y encontrar así un argumento más para la República: el Rey no sirve para nada. Pero si lo hubiera conseguido, la Monarquía saldría fortalecida y la Tercer República debería esperar un siglo más, por lo menos. Don Juan Carlos se mostró predispuesto a interceder, según una carta que leyó Cayo Lara, pero Zapatero ya ha dicho que este asunto no es cosa del Rey. Supongo que será porque si lo resuelve dejaría en ridículo al propio Zapatero, que lleva un mes en ello y no ha conseguido nada.

A Zapatero este caso le está saliendo mal, al menos hasta ahora. Rosa Díez, que ya no está en el PSOE, sino en UPyD, también se ha metido de lleno. Ha viajado a El Aaiún y, con toda su buena voluntad, se ha hecho la foto buena, con los niños de Haidar. Con mucha habilidad, se ha convertido en la mensajera de la activista saharaui para llevar la carta a sus hijos. ¡Cuánto hubieran dado otros por salir en esa foto!

En la agenda del encuentro de Moratinos con Hillary Clinton también se ha incluido la huelga de hambre, faltaría más. En este caso se ha pedido hasta la mediación del papa Benedicto XVI, aunque no tiene mano de santo con el mundo islámico. En este caso siempre se pide lo imposible, como si fuera un invento del diablo para fastidiar a media Humanidad. En este caso se echan las culpas unos a otros: los saharauis a Marruecos, los marroquíes a los argelinos, el Gobierno a los policías… En este caso ya han intervenido los que suelen intervenir en estos casos, empezando por José Saramago, que no se pierde uno, y menos en Lanzarote.

Lo más llamativo del caso es que, tal como está planteado, es imposible resolverlo. Ni ella quiere comer, ni al Gobierno de Marruecos le importa que pase hambre, ni el Gobierno de España asume una avalancha de pateras por culpa de que esta señora no coma, mientras el resto del mundo no quiere que muera por no comer. ¿Cómo se sale de este entuerto? Pase lo que pase, Aminatu Haidar solita ya ha dejado en mal lugar a grandes personalidades.

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