Enhebrando

Manuel González Mairena

Hablemos de suicidio

En los telediarios de estos días atrás, dentro y fuera de la sección de deportes, salía la noticia de la muerte de Pelayo Novo con 32 años. Durante el fin de semana se repetían homenajes en campos de fútbol de excompañeros de profesión. En las noticias se leía cómo cuando era jugador del Albacete se quedó parapléjico tras caer del balcón de un tercer piso de un hotel durante una concentración en 2018. Había declaraciones suyas en las que manifestaba que no recordaba nada de lo sucedido entonces, y que había encontrado una nueva pasión en el tenis en silla de ruedas. Y el pasado 28 de febrero fallecía atropellado por un tren en la estación de La Corredoira (Asturias). Hace ya un lustro, cuando daba clases en la Universidad de Huelva, una alumna no pudo presentarse a un examen porque, como señalaba el informe médico, había ingerido un bote de lejía y le hicieron una lavativa de estómago, por suerte pudo realizar la siguiente convocatoria y finalizar sus estudios. Ya en Secundaria, es habitual que nos lleguen informes de alumnado que se realiza cortes con cuchillas y otros objetos afilados en el antebrazo, o que se niegan a comer, o... En algunos casos acaban ingresados en la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil del Hospital Vázquez Díaz, donde se les hace un seguimiento y una terapia. En ninguno de los casos se menciona la palabra tabú: suicidio. 

Pero el silencio no funciona. Apartar un vocablo como quien aparta una maldición. Es necesario superar ciertos prejuicios sociales. En los últimos años, la tasa de suicidios en España ronda los cuatro mil casos, una cuantía nada desdeñable. Será hora de abordarlo con autocrítica, de ponerlo en el tapete de nuestra sociedad, y de pensar en soluciones reales. Nuestro mundo constriñe. Nuestro sistema revienta expectativas. Y los jóvenes lo pagan. Cada frustración, cada desaliento, cada imposibilidad de un proyecto, suponen un arrecife donde encallar. Quizás los hayamos educado mal, con un iPhone último modelo y un patinete eléctrico a los quince años pero sin posibilidad de tener lo que quieren a los veintipico. Un muro que revienta por dentro. Para no tener ganas de vivir se debe estar muy herido. Y el silencio no funciona. Hablemos. La palabra como vacuna. Hablemos de suicidio. Hablemos de su prevención, hablemos de bienestar emocional, hablemos de necesidades, expresemos debilidades. Vivamos sin filtros que oculten la realidad. Dejemos a un lado el postureo social y hablemos.

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