Genio y figura

Genio y figura / M.G. (Huelva)

Aunque sea en sentido figurado, creo que desde ayer ya puede afirmarse sin faltar a la verdad, y amparándose en el beneficio de la duda sobre las distintas y reales lecturas posibles de la realidad, que quince años después de su inesperada muerte en Ronda, en 2008, Quico Rivas ha vuelto, y parece que ya para quedarse definitivamente de ese más allá del que nunca se vuelve, desde que ayer tarde quedó inaugurada su exposición Genio y figura en la Galería Guillermo de Osma, de Madrid, una sala especializada en recuperar y poner en valor a artistas de otro tiempo con los que la Historia, con H tan mayúscula como una portería de rugby, no fue todo lo justa que debió ser en su día, mientras tuvieron aliento para transitar por este perro mundo.

De hecho, los primeros amagos de esta resurrección tuvieron lugar seis años después de su muerte con la edición de su Reivindicación de don Pedro Luis de Gálvez a través de sus úlceras, sables y sonetos, que escribió en 1992 acerca de la vida y milagros de este hampón malagueño de leyenda, y cuyo original creyó perder Rivas en el incendio de su casa de Los Molinos, cerca del "rompeolas de todas las Españas". Pero no fue así, porque aunque Quico tendía a ser un tipo caótico, se olvidó de que había hecho una copia de su texto y poco después de su muerte, tres lustros atrás, apareció dentro de una bolsa de plástico en una librería de viejo y casualmente en presencia del escritor y editor Juan Bonillla, que lo dio a las prensas para así aliviar el maldito escozor de la pérdida a quien fue antes que nada y por nacimiento conde de la Salceda, allá donde quiera que esté.

Y el segundo e institucional fue la exposición Una continua maquinación comandada por Esther Regueira, que resultó ser un fascinante ejercicio de indagación de todas las facetas de este "crítico de arte, comisario de exposiciones, investigador, escritor, editor, artista plástico, poeta, anarquista, aficionado al flamenco y, sobre todo, agitador y creador de situaciones" tan poliédrico como insospechado que ya ha provocado en Fran H. Matute la escritura de una biografía que se publicará en breve: Quico Rivas. Por una revolución de la vida cotidiana.

En esta foto que circula por Internet, y que aparece en la pantalla en cuanto se teclea su nombre en cualquier buscador, Quico aparece sentado delante de una suerte de estela horizontal que conforman sus pinturas, de muy diversos formatos y recursos iconográficos, y que parecen componer una biografía emocional que aglutina todos sus registros creativos, puesto que en estas obras que le guardan las espaldas no sólo están condensadas sus inquietudes plásticas, sino también la sabiduría silente del pensador y ensayista que analizó y describió durante décadas la historia del arte y el devenir de sus coetáneos, y conforman una fascinante cosmogonía de quien fue genio y figura hasta la sepultura.

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