Visiones desde el Sur

Exigencia

Ha roto la normalidad; ha generado una enorme inquietud en el presente y sobre todo en el devenir

El Covid-19 ha generado una catástrofe de la que nada sabemos sobre cuándo podrá ser controlada, que, aparte de la conceptualización que los políticos de cada lugar quieran darle a la epidemia -por cuestiones partidistas, ideológicas, geopolíticas e incluso de banalización del mal, como diría Hannah Arendt-, se parece mucho, si no totalmente, en términos logísticos y de carencia de recursos humanos y materiales, al menos, a las medidas que habrían de adoptarse cuando un país es atacado por otro, militarmente: sin aviso previo.

Porque, a estas alturas, nadie puede dudar de que el enemigo al que nos enfrentamos, como sociedades y como pueblos, está diezmando, destrozando radicalmente, todo cuanto hasta ahora éramos.

Es decir, ha roto la normalidad; ha generado una enorme inquietud en el presente y sobre todo en el devenir; ha descuartizado la estructura empresarial y por tanto la laboral; ha disparado la deuda pública a posiciones estratosféricas; ha mandado al garete los hábitos y las formas de relacionarnos; ha puesto a la vista las carencias en sanidad, en dependencia, en educación y en investigación; e, incluso, ha generado una burbuja de incredulidad en la Política que tarde o temprano nos pasará factura, al menos a los países democráticos, porque estos eventos de inestabilidad siempre fueron propicios para la llegada de políticas totalitarias, me importa un bledo el signo.

Desde finales del pasado año para acá, por mucha sensación de normalidad y de control que quieran transmitirnos los gobiernos, todas sus palabras se han quedado por ahora en agua de borraja; o sea, en una improvisación que siempre va por detrás de los hechos; por lo que, uno tiene la sensación de vivir en un limbo en donde la política para poco sirve, ni siquiera para hacer un frente común entre los líderes contra ese enemigo llamado Covid-19 y que nos está dejando por ahora el siguiente balance: casi treinta millones de afectados y alrededor de un millón de muertos.

Y el virus no se va a marchar, ha venido para quedarse. La vacuna, a pesar de los cantos de sirena, no llegará a la población total del mundo al menos en unos pocos de años, y, para rematar, tampoco hay un tratamiento para la enfermedad ni se le espera.

Un poco más de humanidad, un poquito más sres. políticos. Métanse sus proclamas partidistas en donde dijimos y pónganse a trabajar juntos. Y es una exigencia de un ciudadano español, de un contribuyente, no un ruego.

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