Vicente Quiroga

Eternidades

Caleidoscopio

VENERO inagotable de tan copioso caudal, como la mejor celebración -que en Huelva no ha tenido los ecos que sin duda él merecía-, del trienio Zenobia-Juan Ramón Jiménez 2006-2008, como venimos repitiendo, son las continuas publicaciones de sus Obras, bajo cuyo título genérico, Visor Libros y la Diputación Provincial de Huelva, siguen ofreciéndonos, un inagotable fluir de una ejecutoria exuberante, asombrosa, plena y de fecundidad inconmensurable.

Una de esas últimas ediciones de esta abundante colección es Eternidades, poemas compuestos por el moguereño universal durante los años 1916 y 1917, cuando contaba treinta y cinco años. Coinciden con la publicación de Diario de un poeta recién casado (1916). Es singularmente apreciable su adoración por la belleza, su afanosa y denodada depuración poética y su más o menos ferviente adscripción a un modernismo, simbolismo o novecentismo casi militante.

Este texto que ahora consideramos, preparado por Almudena del Olmo Iturriarte y Francisco J. Díaz de Castro, está precedido de un extenso prólogo escrito por Luis García Montero, titulado La razón heroica de Juan Ramón Jiménez, que se inicia con la semblanza de un homenaje otorgado a Azorín en Aranjuez, organizado por José Ortega y Gasset y el propio Juan Ramón, cuyas intervenciones se recogieron dos años después en un libro editado por la Residencia de Estudiantes que, según el prologuista: "Conocidos ya muchos de los caminos trazados por el pensamiento y la literatura española, se carga de significación".

Es notable esta cita en torno a los acontecimientos políticos y literarios de la época y ciertamente decisiva en la aventura estética juanramoniana, que, según destaca García Montero, le aparte de la "vieja retórica hueca y del productivismo tecnológico de la metáfora". Al límite de lo que algunos estudiosos de Juan Ramón consideran su época sensitiva, el poeta se sirve del color y de otros elementos sensoriales como la adjetivación brillante y la variedad de los ritmos. Y uno pude sorprenderse con las más sutiles referencias: "Te conocí, porque al mirar la huella/ de tu pie en el sendero,/ me dolió el corazón que me pisaste".

Es quizás éste un momento de plenitud personal. Y Juan Ramón se apresura a expresarlo en el segundo poema de este libro: "Plenitud de hoy es/ ramita en flor de mañana./ Mi alma ha de volver a hacer/ el mundo como mi alma". El texto con la dedicatoria "A mi mujer", como sostiene García Montero en su prólogo: "No pide un mundo a la altura del alma del poeta, sino el deseo de un hacerse en común, de hacerse un alma y un mundo en la escritura".

Efectivamente uno descubre una especie de diálogo íntimo con el tiempo y una lógica que resalta en algunos de los poemas más conocidos de 'Eternidades'. Por ejemplo: "¡Inteligencia, dame/ el nombre exacto de las cosas!".

A Juan Ramón no le interesa la metáfora sino la identidad "que le permite trascender de lo anecdótico a lo universal".

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