Políticamente incorrecto

Francisco Revuelta

Esperando, esperando

EN la vida, en general, es muy importante la oportunidad temporal; esto es, el que algo suceda en el momento adecuado o conveniente o en el opuesto. La cualidad de muchos acontecimientos o comportamientos humanos, su bondad, maldad o irrelevancia, puede estar muy condicionada por cuándo surge y por la pervivencia de su presencia. Cómo es lógico, en muchas ocasiones, dicha oportunidad no depende de nosotros, es algo externo e inalcanzable. Su ocurrencia la controla otras personas, cosas o el azar, si que éste existe. Pero en otras, en número nada despreciable, su ocasión sí tiene que ver con nosotros, bien sea por completo o parcialmente en diverso grado. Es decir, ejercemos control sobre la misma, en mayor o menor cantidad, tenemos capacidad para dirigirla. Otra cuestión es que no procedamos apropiadamente. Por tanto, además de hacer algo o no y del cómo se lleva a cabo, es crucial el cuándo en todas aquellas circunstancias donde podamos actuar. ¿Dentro de cinco minutos, una hora, un mesý?

Si esto es así para todos lo es más para determinadas actividades, como es la política. El político debe desarrollar la sabiduría que le permita discernir en relación a cuándo hay que aplicar el aquí y ahora en una medida o manifestación o a cuándo es prudente esperar. Para ambas decisiones hay que cultivarse. Se puede aprender a ser rápido, a apostar por la inmediatez y a no dejar para mañana una acción porque es lo que, de verdad, hay que hacer, aunque sea duro y se pase mal. Pero, también, a aguantar el tirón, a inhibir impulsos, a convivir con el medio y largo plazo e, incluso, a tragarse la rabia, el enfado, la ironía y la prepotencia ajenas, la burla y el regodeo contra uno, aunque el cuerpo te pida lo contrario de lo que te dicta la razón. El buen político es el que alcanza con sobresaliente este aprendizaje, sabiendo combinar la frescura en ciertas iniciativas con el don de la imperturbabilidad, por lo menos de cara a los demás, para no precipitarse. Ahora bien, esto debe venir acompañado de una buena dosis de naturalidad para que sea creíble, sea verdad o no. Por eso, ha resultado ridícula esa maniobra de Mariano Rajoy de que aparezcan juntos, en un acto con deportistas, Aguirre y Gallardón para que hagan equipo, así como el beso de reconciliación que éstos escenificaron horas antes. Tanto uno como otro están ahora esperando. Lo mejor que podría haber hecho Rajoy es dejar que pasaran los días y que el asunto de esta guerra particular se fuera diluyendo en esta etapa preelectoral. Con ello, sólo ha conseguido volver a recordar a sus potenciales votantes que dentro del PP hay conflictos. A estas alturas ya Rajoy debería saber que eso se paga en las urnas.

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