NO me gustaría estar en la piel de los aficionados del Levante. Para ellos sí que es dramático el partido de mañana. Una derrota supondría, aparte de quedarse muy lejos de los puestos de permanencia, un mazazo de incalculable consecuencia en el estado anímico de un equipo de por sí cogido con alfileres en ese aspecto.

Es verdad que el Levante ha evidenciado síntomas de ligera mejoría. Al menos así se trasluce a tenor de los resultados obtenidos en las últimas jornadas. Cierto es que la sensaciones que transmite el cuadro granota no son las mismas de hace unas jornadas. Por eso ahora una derrota, y más ante un rival directo en la lucha por lo mismo, como es el Recreativo, supondría un enorme descalabro anímico.

Que sufran ellos. Estamos en una cruenta guerra por encontrar tres equipos peores. Y aquí vale todo. Por eso el drama es para el Levante, un equipo que, por si fuera poco, está atravensado una racha mala en el tema económico, como bien recuerdan sus jugadores cuando toman la palabra, un poco hartos de no estar al día en sus cobros. Mala cosa, por cierto.

Todo este caldo de cultivo -necesidad, presión, malestar- puede ser aprovechado por el Recreativo para asestar un golpe, no definitivo, pero sí tremendamente importante, a un equipo en dificultades, y que después del partido podría estar aún más en dificultades.

Con este talante tiene que afrontar el Recre. Sabiendo que tiene mucho más que ganar que perder -en una visión conformista de la situación podemos pensar que, incluso perdiendo, no es probable que vuelva a posiciones de descenso-, y que ganando quien sabe si ya borra de un plumazo a un rival en la pelea por lo mismo. Eso que se llama permanencia.