tiempo de academia

Sixto Romero Sánchez

Profesor de la Universidad de Huelva. Presidente de la Academia Iberoamericana de La Rábida.

Docencia, ¿Cenicienta de la Universidad?

Es raramente expresable a la luz pública, salvo casos singulares en determinados sectores de los estudiantes y mucho menos del profesorado, el "juego de la percepción de la calidad" de la docencia en la Universidad española. Se siguen rellenando formularios y más formularios que acaban en comisiones donde el buenismo y la excelencia se dan siempre, aunque miremos para otro lado cuando la realidad nos muestra que nuestros estudiantes, por un lado, tienen que salir de nuestras fronteras a buscarse la vida, y por otro, al profesorado lo tenemos condenado a, en el mejor de los caos, conseguir una plaza de ayudante cerca de los treinta años.

Desde hace años, muchos años, la pedagogía es el centro de numerosos debates tanto en la enseñanza Primaria, Secundaria, y no tanto en la enseñanza superior y universitaria, en países como Francia, Inglaterra, Alemania,… pero ¿qué sucede en España?

Es cierto que desde finales de la década de los setenta y principios de los ochenta los denominados Movimientos de Renovación Pedagógica (MRP) jugaron un papel fundamental por un mayor interés en la docencia, creándose ulteriormente las Sociedades de Profesores de las diferentes disciplinas. Una de las áreas de conocimiento más activas ha sido la Matemática. Actualmente existen en nuestro país varias Federaciones de Sociedades de Profesores cuyo interés es cada vez más creciente por los problemas que surgen cuando se pretende mejorar la docencia en los diferentes niveles. No voy a entrar en detalles en la numerosa bibliografía que existe al respecto en los niveles de Primaria, Secundaria y Bachillerato, pero sí quiero esbozar algunas ideas sobre mi opinión en el contexto universitario, donde los términos universidad e institución de educación superior están cargados con diferentes connotaciones que varían de acuerdo con el sistema educativo específico del que dependen estas entidades.

Si la definición y el propósito de la educación superior siempre han sido objeto de amplios debates, también cuando se concreta el proceso a lo largo de la historia, en cuanto a docencia se refiere, debe ser profundamente revisado. Este debate no sólo es inevitable, sino también necesario.

Como profesor universitario, constato y es mi motivo de preocupación que la docencia universitaria ha sido durante décadas y sigue siendo la Cenicienta del engranaje complicado de todos los statu quo que conforman la estructura universitaria. El artículo de Juan Mª Sancho Gil de la Universidad de Barcelona Docencia e investigación en la Universidad: una profesión, dos mundos, es bastante clarificador, hay que decir que se escribió en el año 2001. Es curioso cómo en él se exploran conexiones entre las dos actividades primordiales del trabajo en la Universidad: docencia e investigación. Esta tarea o empeño se puede hacer siguiendo diferentes recorridos. Son temas complementarios la docencia y la investigación: ¿Se enseña mejor si se investiga mejor? ¿Se investiga mejor si ejerce mejor la docencia? La independencia entre ambas me lleva, de la misma manera que a Sancho Gil, a exponer coincidencias y discrepancias y también su incidencia en la mejora de ambas.

La Universidad como tal y sus profesores investigadores, ¿utilizamos los resultados de la investigación sobre cómo aprenden nuestros estudiantes y la naturaleza del conocimiento con el fin de organizar situaciones de enseñanza y aprendizaje que dignifique una mejora de la docencia? La respuesta sin temor a equivocarme es que, generalmente, no es así.

Puedo afirmar que no existe ninguna otra profesión donde las tareas, cometidos, funciones y perspectiva sean claves y, al mismo tiempo, tan borrosas como es el caso del profesorado de Universidad. Teniendo en cuenta que al profesorado universitario se le exige un mínimo de publicaciones para alcanzar el statu quo que asegure su futuro profesional, esta decisión política y ministerial, con el ¿beneplácito? de departamentos, universidades,… está provocando un sesgo extraordinariamente hacia la investigación, abandonando, en algunos casos, la docencia en manos de becarios y contratados que deben realizar las tareas de docencia que por ley le correspondería al profesorado funcionario.

Desde un punto de vista constructivo, se entiende que, aunque la actividad investigadora desempeña un papel clave en cualquier universidad, debería dedicarse mayor atención a una de las primeras misiones -la docencia- de la mayoría de las instituciones universitarias. Si todos coincidimos en que las universidades debe ser consideradas instituciones tanto de docencia como investigación definidas como entidades orgánicas con unidades operativas en las que confluya orgánicamente la enseñanza superior e investigación, bases de la producción, creación e innovación de la cultura científica y humanística, creo que va siendo hora de que la docencia deje de ser la Cenicienta de la Universidad.

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